La Ruta de los Vinos de la Ribera del Guadiana
A todo eso hemos de añadir que últimamente estamos descubriendo la región de Extremadura, no solo porque está cerca de nuestra casa, sino porque es una región muy interesante y bonita, con lo cual la decisión estaba cantada, teníamos que hacer la Ruta de los Vinos de la Ribera del Guadiana.
Sábado 14 de mayo
Vaya por delante que Rodríguez Ibarra es de esos que yo salvaría de la quema porque siempre me pareció un político diferente, pero como resulta que lameculos hay en todas las épocas, no se les ha ocurrido otra cosa que cambiarle el nombre a la calle antes llamada Sevilla, para ponerle el nombre de su admirado jefe, de paso ascender la categoría de la misma que ahora pasa a ser una avenida.
Tras mi momento: “hay que joderse” en el que siempre llego a la conclusión de aquello de “que te importará a ti el nombre de la calle”, me puse a disfrutar del inicio de nuestra estancia en Almendralejo. Casi sin darme cuenta estaba delante de los andenes de la estación de tren, todo estaba en calma, nadie esperaba al tren, ninguno pasaba en ese momento, me quedé mirando cómo se pierden las vías del tren en el horizonte, esa imagen hipnotizante me hizo pensar que solo hay algo tan apasionante como viajar en autocaravana y es precisamente coger un tren con destino a cualquier sitio.
Después de desayunar en la Gaviota, bajamos las bicis y nos acercamos al centro de la localidad. |
Hasta ese momento teníamos una sensación más bien negativa de Almendralejo, habíamos visto la Avenida del Sr. Ibarra y alguna calle aledaña cuando llegamos por la noche, nos habíamos hecho la idea de que se trataba de un pueblo manchego o andaluz donde se construyen casas con un único criterio: cuanto más barato mejor, lo que supone darle la espalda a la arquitectura tradicional. Este tipo de construcciones se basa en el imperio del ladrillo visto y las ventanas de aluminio (¿dónde demonios encontrará esta gente unos ladrillos tan feos?).
Sin embargo al acercarnos al centro histórico paseando con las bicis, nuestra idea fue cambiando poco a poco, porque esta parte de la ciudad no es muy grande pero es muy bonita, las casas que adornan las calles son otra cosa, de hecho no tardamos mucho en echar pie a tierra, dejar atadas las bicis y disfrutar paseando de las calles peatonales.
A la salida vimos que estaban abriendo la Oficina de Turismo así que aprovechamos para informarnos, nos atendieron de maravilla y nos ofrecieron una visita guiada de la cuidad histórica, vale dijimos, ¿pero cuánto cuesta? Nada, nos dijo ¿gratis? Si, gratis ¡pero solo somos dos, nos parece un abuso hacer la visita guiada gratis y para solo dos personas! No pasa nada nos dijo el encargado de la oficina…. Impresionante, sin palabras, es más, el chico que nos atendía quedó en llamarnos para asegurarnos la hora de la visita. Qué cargo de conciencia y yo que les estaba criticando por abrir la oficina de turismo tan tarde (por cierto no eran aun las 10,30 y ya la tenían abierta).
Vimos que quedaba muy poco para las 11 de la mañana, hora a la que habíamos quedado para visitar una bodega, cogimos las bicis y empezamos a pedalear a toda pastilla en dirección a la Bodega Marcelino Díaz (este día sin bicis hubiera sido imposible). Llegamos cinco minutos tarde y nos presentamos al que resultó ser el hijo del dueño, a la sazón D. Marcelino Díaz. Sabía que teníamos concertada la visita por haberlo comentado con su padre, pero su padre no estaba allí y nos comento que mucho se temía que iba a llegar tarde “este se ha despistado” nos dijo, Charo le comento que quizás no fuera así, que puede que nos hubiéramos equivocado nosotros de hora, pero el insistía “que no, que seguro que se ha despistado que esto le pasa muy a menudo”. Nos hizo gracia el tono crítico (educado pero critico) que utilizaba para referirse a su padre, nada que nos extrañe demasiado, lo normal en la relación de un hijo con su padre, mucho más en el mundo que vivimos, a lo que hemos de añadir que se encontraba enfrascado en una comida solidaria, justo a medio día, con muchos más participantes de los que habían pensado en un principio.
D. Marcelino, el dueño y padre, apareció a las 12 de la mañana, sencillamente porque él creía que era esa la hora estipulada (y quizás lo era), el despistado de marras resultó ser un señor educadisimo, culto y muy agradable de trato, que en absoluto nos pareció un hombre poco atento a sus quehaceres y técnicamente un autentico experto en vinos, no solo porque es un ingeniero agrónomo y profesional del asunto, sino porque se percibía que es un enamorado de este mundo de los vinos de la Ribera del Guadiana y del cualquier vino en general. Después de conocerle no tengo ninguna duda de que el hijo adora a su padre, no podría ser de otra manera.
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D. Marcelino nos hizo pasar un momento inolvidable en su bodega (se trata de una bodega artesanal), donde elaboran vinos y cavas de muy buena calidad, son cavas tan cavas como los de Cataluña porque se trata de una denominación de origen de ámbito nacional (creo que se dice así), asunto en el que precisamente él, que es la segunda generación de la Bodegas Marcelino Díaz tuvo mucho que ver al lograr este reconocimiento en los tribunales para los cavas de Almendralejo (una localidad que goza de dicha denominación dentro de Extremadura).
A pesar de que no es la primera vez, ni la segunda, puede que ni la décima, que asistimos a una degustación o visita de una bodega, aprendimos muchísimo y compramos varios de sus vinos a un precio increíble (recuerdo que una botella reserva nos costó 4,5 euros), la visita solo 6 euros por persona, así que D.Marcelino, con despiste o no, puede llegar a la hora que le de la real gana, porque la visita bien vale una larga espera o varias misas.
Al salir de la bodega estuvimos observando los alrededores del lugar donde se encuentra la bodega, somos viajeros y como tal procuramos tomar contacto no solo con el centro histórico y con los museos o edificios emblemáticos sino también con la gente, su gastronomía, sus costumbres y de forma muy especial con la naturaleza que les rodea, en este caso más bien le llamaríamos: “el campo”, un campo en el que te ves inmerso en un interminable mar de viñedos y olivares que te sorprenden por el contraste del color rojizo de la tierra y el verde de las viña.
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Por la mañana ya nos habíamos dado cuenta pero D. Marcelino nos recomendó un par de sitios para tapear, entre ellos el Circulo, pero le dijimos que no nos dejarían pasar porque no éramos socios, nos dijo que dijéramos que íbamos de parte de él y así lo hicimos, es un placer sentirte un “recomendado” en un lugar tan emblemático como el Circulo Mercantil, aunque parece ser, según supimos después, que a los turistas no les impiden la entrada, solo está vetado a los almendralejenses que no son socios.
El lugar es un Casino de los de toda la vida, no pude resistirme a hacer unas fotos a esta joya histórica que aún se conserva con unas reglas tan selectas mientras hice unas fotos “casi robadas”. Poco después seguimos tapeando en otro de los lugares que nos había recomendado, concretamente en la Avenida de la Paz, muy bulliciosa y animada a esa hora de la tarde
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Y nos fuimos al Teatro donde habíamos quedado con el guía para realizar la visita de Almendralejo. Eran las 4,30 de la tarde, hacía calor y no habíamos parado de beber vino porque no es menos cierto que este es el viaje de la ruta del vino del la Ribera del Guadiana, así que estábamos cumpliendo con buena parte del objetivo, lo que viene a ser por exigencia del guión, por lo que estábamos algo tocados o lo que viene ser lo mismo, bastante perjudicados. Llevábamos varios minutos medio tumbados en los bancos que hay delante del Teatro cuando llegó el guía puntual a la cita. En ese momento dudábamos de nuestra capacidad para realizar la visita guiada, pero nos pusimos a ello.
Teatro Carolina Coronado |
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Lo primero que vimos fue el majestuoso Teatro Carolina Coronado (poetisa romántica, nacida en Almendralejo). Fue construido en el año 1916 por suscripción popular y de estos primeros años del siglo XX conserva tanto su fachada como los impresionantes frescos de Adelardo Covarsí que adornan el interior. Afortunadamente hoy podemos disfrutar de esta maravilla porque en el año 2003 el interior del precioso Teatro recuperó su aspecto original, ya que en los años setenta lo convirtieron en una sala de cine. Ahora vuelve a ser un maravilloso teatro en su más puro estado, con sus palcos, proscenio y platea tal y como fue inaugurado hace más de noventa años. Es sencillamente una joya, nos gusto tanto que entre el Teatro y las buenas explicaciones de nuestro guía Alejandro, nos espabilamos de golpe y mucho.
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Llamaba la atención la bonita y abundante cerámica de Talavera que adorna las paredes del interior así como el llamativo patio. Hoy es la sede del Ayuntamiento, es decir la oficina de mi compañero Secretario, estuve viendo el lugar donde se sienta en el Pleno y pienso que es un privilegiado poder trabajar en un edificio así. Yo no me quejo pero los míos nunca tuvieron tanto empaque ni se encontraban en un Palacio.
Por último fuimos a visitar la Plaza de Toros, declarada Bien de Interés Cultural, tiene un especial encanto debido a su antigüedad ya que está ahí desde mediados del siglo XIX.
La plaza de toros sufrió diversas vicisitudes, terminando tras la guerra civil en las manos de un bodeguero. Este, al necesitar más espacio para almacenar vino, decidió aprovechar el espacio que había bajo el graderío por sus condiciones de temperatura y humedad, construyendo conos de pie y depósitos en el suelo y paredes. La bodega está cubierta por una bóveda de ladrillo con una hilera de conos con capacidad para 750.000 litros. Gracias a este hecho podemos decir que esta plaza de toros es única en todo el mundo porque posee debajo del graderío una bodega de inimitable belleza, aunque hoy en día no se usa.
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Nos despedimos de Alejandro, nuestro estupendo guía que nos transmitió brillantemente la importancia que tuvo esta pequeña ciudad en la época del romanticismo y dimos por terminado nuestro apasionante día en Almendralejo. Todavía era bastante temprano y dadas las fechas en las que estamos quedaban aún muchas horas de sol. Si estuviéramos jubilados nos quedaríamos en Almendralejo sin dudarlo un par de días mas y desde luego esa noche, pero no es así y siempre vamos con prisa, así que aprovechamos lo temprano que era para avanzar y nos fuimos a Aceuchal donde teníamos pensado dormir.
Aceuchal
Nos costó llegar a Aceuchal porque estábamos en la víspera de San Isidro, fiesta muy importante por estas tierras, en el camino nos encontramos con una romería, había caballos, carromatos y mucha gente a pie, así que tardamos más de media hora en hacer un tramo de dos kilómetros, a pesar del atasco resultó divertido.
Llegamos a Aceuchal con la intención de buscar un buen sitio para dormir, es un pueblo coqueto que en ese momento estaba vacío quizás porque todos estaban en la Romería, es más bien de estilo andaluz con calles bastante limpias, no obstante no nos convenció para pasar la noche y continuamos nuestro camino hacia La Puebla de la Reina. Hicimos, eso sí, unas fotos para recordar sus calles y sobre todo la Iglesia Parroquial San Pedro Apóstol que en nuestra somera visita parecía presidir el pueblo de forma exclusiva.
Por el camino paramos varias veces a contemplar el océano de viñas que nos rodeaba por todos lados, la luz tardía lo iluminaba todo con mas color si cabe de lo que llevábamos viendo durante todo el día.
La Puebla de la Reina tiene una configuración similar a Aceuchal, pero al ser más pequeño posee un mayor encanto. Tiene un pedazo de Iglesia de tamañas proporciones para un pueblo tan pequeño y por su estilo mozárabe llama mucho la atención, curiosamente en este viaje veríamos muchas iglesias casi idénticas a la de La Puebla.
Cuando llegamos empezaba a caer la tarde pero aun tuvimos tiempo para dar una vuelta por sus calles tranquilas y muy limpias. Queríamos adentrarnos en la vida de este pueblo que nos trasmitía la sensación de estar en pleno campo, tardamos muy poco en verlo todo, aparcamos la Gaviota en una calle ancha e iluminada, también tranquila, no molestaríamos a nadie y estábamos al borde del campo, mejor imposible. Cenamos y nos fuimos a dormir. Llevamos películas grabadas pero al final caemos tan rendidos por la noche que nunca las vemos.
Domingo 15 de mayoSi bien hemos dormido en una calle del pueblo nos hemos despertado prácticamente al borde del campo (39ª 39´50” N 6ª 6´14” W), vivimos estos momentos de pasar la noche en un pueblo pequeño como aquel a quien le conceden un privilegio, porque durante toda la noche hemos oído sonar las campanadas del reloj de la iglesia y al amanecer el canturrear de los pájaros. Al despertarnos como es mi costumbre el paseo matinal por la calle, en este caso vacía, el pueblo a un lado y el campo abierto al otro, lo que digo, un autentico regalo. Estaría viviendo así meses y meses, veo difícil que me cansase porque la sensación de libertad que me invade dispara mis endorfinas.
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Tras el desayuno dimos un paseo por el pueblo. Se recorre entero en menos de una hora, todo depende de cómo proyectes la visita, nosotros aprovechamos la ocasión no solo para ver sus calles, sus casas, la iglesia, sino que además saludamos a todo el mundo con el que nos cruzamos, en estos pueblos tan pequeños es fácil entablar conversación ya que quizás sientan más curiosidad ellos por nosotros que nosotros por ellos, así que estuvimos charlando con la panadera, una chica muy joven que nos recomendó que visitaremos Alange.
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Habíamos visto que muchas de las casas mantienen la puerta de entrada abierta de par en par, esto ya lo hemos visto en otros lugares, por ejemplo en Córdoba, de forma que puede verse la entrada y casi siempre el patio que hay al fondo, en una de estas casas estuvimos charlando con la dueña que muy amablemente nos dejo sacarle unas fotos.
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Al llegar a Alange ya estábamos en el corazón mismo del pantano, lo primero que vimos fue su playa, curiosamente el pueblo ha construido una zona a modo de playa al borde del pantano. No había apenas nadie dadas las fechas en las que estábamos, pero parecía un lugar idílico.
La Playa de Alange
Después de un rato disfrutando de las vistas de la orilla del pantano, nos adentramos en el pueblo que es una maravilla, si acaso la única pega es que está en cuesta. Comenzamos a caminar cuesta arriba y enseguida vimos La Ermita de San Bartolomé que se encuentra pegada al Balneario, es de construcción sencilla pero llama la atención ya que está toda encalada de blanco, no es una capilla al uso con sus tejados en forma de semiesfera que le da un aspecto oriental, quizás por eso gusta más.
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Llegamos al balneario y no pudimos evitar hacer la parada técnica del día cuando vimos una espléndida terracita en la parte del exterior con vistas a la Ermita.
El Balneario llamado también las Termas de Alange, alberga el Hotel Varinia Serena. Nos sentamos en la terraza y pasamos un momento de esos que difícilmente se olvidan, hacía un día precioso, sin demasiado calor, el hotel era encantador y para colmo nos dieron casi de comer por un precio irrisorio la “tapa del día”, en este caso era una carrillera estupenda y pagamos con las dos cervezas de rigor más un poco de ensalada pipirrana la friolera de 4,5 euros, así que tendremos que volver por aquí. |
Un poco a regañadientes dejamos la terraza para continuar con el paseo del pueblo cuesta arriba. Empieza a ser una costumbre que los pueblos cuantos más bonitos son mas empinadas tienen sus cuestas. Por el camino no parábamos de ver vencejos, golondrinas y cigüeñas, parecía que estaban todos allí poniendo de testimonio que ya había llegado verano o mas bien que ya habíamos dejado atrás al invierno. |
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Llegamos hasta la parte más alta donde está la iglesia Nuestra Señora de los Milagros, data del siglo XVI y está declarada Monumento de Interés Histórico Artístico. Es de estilo gótico con influencias del mudéjar, tiene como curiosidad que la torre está realizada en su totalidad con ladrillo y argamasas de cal, lo que hace que resulte muy distinta a otras torres que suelen ser de piedra. El paseo hacia abajo además de menos cansado nos permitió disfrutar de las casas encaladas a cada lado de las empinadas cuestas, algunas de las cuales parecen hundirse en el agua del pantano.
Terminamos nuestra vista disfrutando nuevamente con las vistas del pantano en la parte baja del pueblo, junto a un parque muy agradable.
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Después fuimos a Hornachos, inevitablemente teníamos que volver sobre nuestros pasos, porque la visita a Alange no la teníamos programada, pero mereció mucho la pena ir a visitarlo aunque eso supusiera ir hacia atrás.
Hornachos se encuentra situado en la Sierra Grande entre dos valles, a una altitud de 534 metros.
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La Sierra Grande de Hornachos está en la zona central de la provincia de Badajoz y se eleva entre las comarcas de Tierra de Barros y el valle de La Serena. Precisamente junto a la localidad de Hornachos está el macizo montañoso de más altitud de la zona, es un macizo dominante en medio de una zona bastante llana, lo que hace que las laderas de la montaña viertan sus aguas en tres ríos distintos uno de ellos es el río Guadámez que es un es afluente del río Guadiana, destaco este detalle porque toda esta zona es la denominada la Ribera del Guadiana y nuestro viaje lo hemos planificado recorriendo esta denominación de origen, pero el Guadiana propiamente dicho, no le vemos nunca porque esta mucho más al norte, así que al menos esta vez estamos al lado de uno de sus afluentes, el Guadámez.
La Sierra Grande de Hornachos es alucinante, por el camino paramos varias veces en algún margen de la carretera para disfrutar del paisaje, además el día era precioso.
bamos por la carretera relativamente cerca de Hornachos y empezamos a ver mucho bullicio, más concretamente una gran cantidad de coches en un prado cerca del borde de la carretera, así que nos presentamos allí a cotillear, si eres viajero eres cotilla. Resultaba que había una romería, otra más y por supuesto de San Isidro, por lo que se ve aquí hay una romería en cada pueblo con la excusa del Santo. El lugar elegido traía su consecuencia en que se encontraba allí una Ermita de San Isidro, pero no pudimos verla porque estaba todo lleno de casetas de feria y a juzgar por la cantidad de gente imaginamos que el pueblo al completo se había venido de feria o de romería que lo mismo da, pero la Ermita es muy bonita, así que he buscado una foto del Google que es la que cuelgo aquí.
La Ermita de San Isidro en Hornachos.
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Poco después salimos y nos dirigimos al pueblo de Hornachos, estaba totalmente vacío, solo nos encontramos una niña vestida de fiesta que se iba con su madre a la romería, así que visitamos el pueblo con prisa no fuese a ocurrir que la madre, al irse, cierre el pueblo con llave y nos deje encerrados dentro. El caso es que era evidente que se han ido todos a la Romería de San Isidro.
El pueblo es bonito y siempre cuesta arriba, por cierto, que manía de hacer todos los pueblos en la ladera de una montaña con lo que cuesta dar un paseo, el caso es que llegamos hasta la parte más alta donde había una curiosa fuente alimentada por un pequeño acueducto que traía el agua desde lo alto de la montaña.
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Y de allí a Santos de Maimona. Se trata de un pueblo de unos 8.000 habitantes, es decir de una cierta entidad, situado en un llano del centro de la provincia de Badajoz. Comenzamos a ver el pueblo, volvía a pasar lo mismo que en Hornachos porque las calles estaban completamente desérticas, pero en este caso al ser un pueblo llano de calles algo más anchas que las del pueblo anterior, chocaba mucho mas, íbamos recorriendo calle tras calle y no veíamos a nadie.
Terminamos en la Plaza de España, una generosa plaza rodeada de típicas casas señoriales y blasonadas, casi todas ellas encaladas de igual forma que las del resto del pueblo, delimitando uno de los costados de la plaza estaba la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, gótica del siglo XVI, con una portada muy interesante. Según contemplábamos la Iglesia, estábamos comentando, Charo y yo, que era llamativo recorrer el pueblo de una punta hasta la otra, sin que nos hubiéramos cruzado con persona alguna, es más chocante porque no es una localidad pequeña, parecía que había sufrido una de esas catástrofes que cuentan las películas de Hollywood.
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En esas estábamos cuando por una de las calles de acceso a la plaza apareció un hombre andando muy lentamente, ver de pronto un hombre solo paseando muy despacio te trasmitía más aun una sensación extraña, aparentemente estábamos en un pueblo fantasma, así que nos dirigimos hacia él, para un vecino que nos encontramos no era cuestión de dejarle escapar y le espeté: “buenos días, ¿cómo está todo tan vacío, es que hay una amenaza de bomba y han salido todos corriendo?”. Él explico muy amablemente que todo el mundo estaba en la Romería de San Isidro, Santo que es muy venerado por esta zona. Al preguntarle que porqué el no había ido a la romería empezamos a charlar de esto y aquello. Se trataba de un hombre culto, con una edad suficiente para estar jubilado, de buena conversación y agradable trato. No sé a cuento de qué, pero recuerdo que le comenté que trabajaba en un Ayuntamiento, ¿no serás Secretario de Ayuntamiento? me preguntó, si, le dije extrañado, porque había acertado de lleno, pues “acabáis de darme la alegría del día, porque yo también soy Secretario de Ayuntamiento, es mas, mi último destino fue aquí en este pueblo y me alegra mucho encontrarme un compañero aquí y ahora en un día en el que uno sale y se siente especialmente solo”.
Fue un encuentro inolvidable en el que lo único que no estuvo a la altura fue el escaso tiempo que dedicamos a charlar con él, porque de buena gana nos hubiéramos sentado en una terraza a tomar un cerveza y compartir mil y una historias de nuestros avatares en los ayuntamientos, pero ni había terracitas, ni nadie que pudiera atendernos. Si no recuerdo mal, mi ilustre compañero se llama Diego y efectivamente hacía años que estaba jubilado, tenía muchos hijos (creo recordar que 9) a todos les había dado carrera, un ejemplo de vida para mí.
Así que nos fuimos a descansar un rato a la Gaviota y a plantearnos si emprendíamos el camino hacia Zafra. |
Nos fuimos alucinados, porque no era esa la idea que teníamos de lo que nos íbamos a encontrar. Todas las opciones para vivir la vida son respetables pero esa dista mucho de ser la nuestra, hicimos una foto, estas cosas sorprenden y queríamos recordarlo.
Poco después ya estábamos camino de Zafra, el último destino de nuestro viaje. Fuimos directos al área que hay allí (N 38º 25´33” W 6º 24´42”), es un buen sitio, con todos los servicios y muy cerca del centro de Zafra, es muy de agradecer que haya sitios como este, en buena medida la agradable impresión que nos llevamos de Zafra tuvo mucho que ver con la acogida que nos dio en Ayuntamiento con ese espacio.
Dejamos la Gaviota en el área y emprendimos el camino a pie hacia el centro de Zafra, nos explico un señor que cogiéramos la avenida que parte de la rotonda hacia abajo en dirección a la Plaza de España y que nos encontraríamos con la calle Sevilla que te lleva directamente a la Plaza Grande. Así lo hicimos y nada más entrar en la calle Sevilla nos encontramos con una portada a la derecha que te conduce al Parador. El Parador es el antiguo Palacio de los Duques de Feria de 1437, su construcción asemeja a la de un castillo con un patio central muy agradable.
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Volvimos a la calle Sevilla para llegar a la Plaza Grande. Hay que decir que a Zafra le gusta llamarse Sevilla la Chica, así que parece lógico que su calle principal se llame Sevilla, es la calle comercial por excelencia de la ciudad y además testigo del ir y venir de los zafrenses y de los viajeros que como nosotros venimos a conocer esta población. No deja de tener un aspecto del pasado, no se trata de una calle comercial al estilo actual, como la de cualquier otra ciudad, algunos de los escaparates que se ven son de aspecto más bien añejo, al final esta tardanza de algunos sitios en incorporarse a la vida moderna tiene un encanto especial, porque es como hacer un viaje en el tiempo.
La calle desemboca en la Plaza Grande donde nada más entrar te impresionan dos cosas, la torre de la Iglesia de la Candelaria, que en realidad se divisa desde antes de entrar y sus bulliciosas terrazas. En ese momento caía la tarde, aun brillaba el sol y como siempre dice Charo empezaba el “bicheo” que suele cobrar su mayor intensidad cuando se acuesta el sol definitivamente. Estuvimos viendo la plaza Chica, unida a la plaza Grande por una de sus esquinas y nos sentamos a tomar algo y “bichear"
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Luego dimos un largo paseo, llegando hasta la Puerta de Jerez por un lado y al Ayuntamiento por otro. Había sido un día muy intenso, al ser la última noche de este viaje nuestra costumbre es cenar en uno de sus restaurantes así que nos pusimos a buscar, la mayoría de los restaurantes se encuentran entre la Plaza Chica, la Grande y en algunas calles del centro histórico. Nuestra decepción fue total, porque en realidad apenas hay restaurantes, además al ser domingo la mayoría no daban de cenar. El pequeño disgusto venía como consecuencia de un error de apreciación nuestro, Zafra presenta el aspecto de una ciudad con mucho empaque, es decir crees estar en una localidad más bien grande, su casco histórico, las puertas de la muralla, la calle Sevilla y por supuesto el Parador te hacen pensar que estas en una ciudad con bastantes habitantes, pero Zafra solo tiene 17.000 vecinos, lo que quiere decir que es un pueblo grande, importante por sus condiciones turísticas pero un pueblo a fin de cuentas.
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El caso es que no nos quedó otra que ir a cenar al Parador, habitualmente desconfiamos del nivel de la cocina de cualquiera de nuestros Paradores Nacionales, porque fallan en la calidad de lo que ponen en el plato, se trata de una cocina que se ha quedado anclada en el nivel de hace bastantes años, el entorno suele ser fantástico, el servicio bueno, y el restaurante propiamente dicho inmejorable, pero hoy en día las cocinas de nuestro país te presentan elaboraciones de mucho mas nivel en comparación con lo que encuentras en un Parador, estos no dejan de ser “casas de comidas” en un marco incomparable, simplemente te dan de comer y a veces mal. Ante la ausencia de alternativas decidimos probar e hicimos nuestra cena de despedida en el Parador, no nos sorprendió, era lo esperado, al restaurante le pongo un suspenso, necesita mejorar. Al vino y al entorno un sobresaliente.
Nos fuimos a dormir a la Gaviota y a charlar un rato con los demás autocaravanistas que estaban aparcadas a nuestro lado, gente con suerte que ya no trabaja y disfruta de todo su tiempo con la autocaravana, eso es vida, siempre nos da envidia y puede que no sea sana.
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A la mañana siguiente volvimos a visitar Zafra otra vez, todo tenía una luz distinta, era muy temprano, las calles estaban casi vacías, pero nos gustó más si cabe que el día anterior. Teníamos programada la visita de una bodega por la mañana, a fin de cuentas este viaje es el viaje de la Ruta del Vino en la Ribera del Guadiana.
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Tuvimos un rato de confusión pero al final llegamos a la Bodega Medina Convento que se encuentra al sur de la localidad. La visita fue muy interesante porque la bodega, que hoy no funciona como tal, es muy tradicional, con unos niveles de humedad llamativos, se instaló en un antiguo convento adquirido por su fundador
Camino de la Bodega Medina Convento
La Bodega |
La visita como siempre nos enseñó algo nuevo, en este caso tenían un barril abierto para poder ver las tablas viejas al lado de las tablas nuevas y la diferencia de aspecto que presentaban unas y otras. La bodega se destina hoy en día a diversos eventos y es un lugar muy interesante, con unas condiciones de temperatura y humedad extraordinarias, al final probamos casi todos los vinos que produce la bodega y pusimos fin a la visita de Zafra.
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Lamentablemente todo se acaba y pusimos rumbo a casa, pero habíamos decidido parar a comer y vimos un desvío hacia Alange así que aunque eso supondría poner algunos kilómetros más al viaje nos desviamos hacia allí. Poco antes de llegar encontramos un lugar al borde del pantano de Alange que nos pareció el mejor sitio del mundo, aunque tuvimos que bajar por un camino de tierra que asustaba un poco, comimos y fue la despedida de la Ribera del Guadiana.