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Viena era el plato fuerte, el final de nuestro viaje a la navidad austriaca y allí llegamos sin tener un tiempo decidido de estancia, nos quedaríamos los días que nos apeteciera, no había prisa.
Viernes 21 de diciembre
Llegamos al área de autocaravanas de la misma empresa que la de Salzburgo ( Reisemobil Stellplatz N 48.13694 E 16.31583) Es una mega área, tiene cabida para casi 200 autocaravanas y ese día estaba bastante llena. La primera alegría que nos llevamos es que la chica de recepción (creo recordar que se llamaba Luisa) hablaba español perfectamente y además era muy simpática. No había wifi en todo el área, pero tenían una salita muy bien calefactada donde podías ir con el ordenador y usar el wifi. |
Nuria y Luisa, con su simpatía, buena predisposición y amabilidad, consiguieron que nuestra estancia allí, resultara un buen hogar temporal.
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Ese día también comprobamos que a menos de 200 metros teníamos un Spar. No tienen lavandería, Luisa nos explicó que el gobierno austriaco pone muchas pegas a que se creen áreas, es más, nos dijo que sus jefes, los dueños de las 4 áreas ( Salzburgo, Viena, Graz y Mureck), habían logrado abrir estas porque habían ganado la batalla en los tribunales al gobierno. Estaban comprando terrenos para intentar abrir más, pero lo tienen complicado. Nos dijo que por eso no había servicio de lavandería, para no enfadar a los campings. Lo solucionamos cogiendo la ropa, metiéndonos en el metro y yendo a la lavandería que nos había aconsejado Luisa.
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También vimos que el metro se encontraba a unos 300 metros del área, por lo que reunía todas las características para ser nuestro nuevo hogar temporal.
Sábado 22 de diciembre
Nuestra prima de París (Agnes) llegaba ese día a Viena para pasar con nosotros Nochebuena. Su madre murió hace unos meses, está separada y su hija estaba con el padre en esas fechas. Ella no lo dudó, dijo que por nada del mundo quería pasar sola Nochebuena y decidió venirse con nosotros a Viena.
Había elegido un hotel muy cerca de la catedral por lo que quedamos con ella allí, una de las paradas del metro te deja a la puerta de la catedral. |
Después de los besos y abrazos pertinentes, decidimos empezar visitando la catedral de San Stephans, que ya por fuera es maravillosa, con la Puerta de los Gigantes, la gótica Steffl o aguja sur y los tejados tan bellamente decorados. Por dentro no dejó de impresionarnos cada una de las veces que entramos en ella... y fueron muchas.
No he comentado aún que ese día sería uno de los mas fríos y desagradables de todos los que estuvimos en Viena. No solo hacía mucho frío, también mucho viento y lluvia, el trío perfecto. |
Nosotros cuando viajamos por Europa, adaptamos nuestro estómago al horario europeo y Agnes es de París, por lo que a las 12 ya decidimos comer, además, así entraríamos en calor. Sin saberlo, llegamos a un restaurante muy típico, el Figlmüller donde su plato estrella es el Schnitzel (filete vienés) y ajenos a lo que nos esperaba, pedimos uno para cada uno, craso error, eran tan tan grandes que se salían del plato, con uno hubiéramos comido los tres, pero somos autocaravanistas y en nuestra casa todo se aprovecha. Pedimos que nos prepararan para llevar las sobras que ya encontraríamos ocasión de dar cuenta de ellas.
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Ese día estuvimos callejeando sobre todo por los alrededores de la catedral y viendo los mercados de Navidad que allí había.
Topamos con una iglesia que externamente no era nada llamativa, pero nosotros somos muy de visitar iglesias por lo que entramos, era la Dominicaner kirche y no podíamos imaginar que fuera tan bella por dentro, profusamente decorada, frescos barrocos, estilo rococó…miraras donde miraras veías maravillas. Ahí ya me comentó Charo que adoraba el barroco. |
También estuvimos en el complejo del Hofburg que alberga el alte Burg, el palacio imperial. No entramos a visitar nada del complejo, cuando vives viajando y sobre todo, estás en una ciudad donde hay tanto por ver, tienes que hacer una selección. Visitar los monumentos y palacios no es nada barato, no se puede ver todo. El complejo se encuentra en la Michaelerplatz donde había un bonito mercado de Navidad.
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Cada poco tiempo ya habíamos cogido tanto frío que necesitábamos entrar en calor y estábamos en la ciudad perfecta para ello. Las cafeterías de Viena son patrimonio de la humanidad desde 2011 y no podemos estar más de acuerdo. Las hay de todo tipo, clásicas, románticas, elegantes, fueron el alma de Viena en el siglo XIX y en ellas se reunía la élite intelectual de la época. En ese momento no lo sabíamos, pero nuestro viaje a Viena no hubiera sido el mismo sin ellas.
Ese día entramos en la Diglas y ahí empezó nuestra rutina de tomar un té o un capuchino con un delicioso trozo de tarta. Todas cuentan con wifi y hace tanto calor en ellas, son tan acogedoras, que nos costaba marcharnos de allí cada día. Después de Austria continuamos ruta en Italia y nos hubiera gustado continuar con esa tradición, pero en Italia no hace calor en ningún local público.
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Seguimos paseando y conociendo las calles de los alrededores de la catedral, no dejaban de sorprendernos lo bellamente decoradas que estaban, con un gusto exquisito.
Se nos hizo de noche, claro que en esa época ya lo era a las 4 de la tarde y animamos a Agnes a tomar un vino caliente. Ella nos había comentado que lo probó en una ocasión y que no le gustó, pero le dijimos que no en todos los países lo preparan bien, por ejemplo, a Charo en la Alsacia le encantó, pero luego el año de Bélgica terminó tomándolo manía. Este año en Austria, se reconcilió con el y lo mismo le ocurrió a Agnes, reconoció que estaba muy rico y con el frío que hacía, reconfortaba cuerpo y alma.
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Nos despedimos temprano de la prima, ella se había levantado a las 4 de la mañana para coger el avión y el día había sido muy intenso.
Domingo 23 de diciembre
Nuestro plan era visitar el palacio de Schonbrunn (el de Sissi) y a las 12 ya estábamos allí, pero no solos, había unos 5000 turistas más. Hicimos estoicamente la cola para sacar las entradas y cuando ya íbamos a confirmar el pago, nos dimos cuenta que eran para dentro de 2 horas. A pesar de que allí también había un mercado de Navidad, consideramos que era mucho tiempo la espera, sobre todo, haciendo tanto frío y nos fuimos. Volveríamos al palacio habiendo sacado previamente las entradas por internet.
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Nos metimos en el metro y decidimos probar suerte con la Ópera. Cuando llegamos había en los alrededores mucha gente disfrazada de Mozart, cuyo objetivo es vender a los turistas conciertos en diferentes salas o palacios. Comentamos que debe ser un gran negocio ya que están por todas partes y a todas horas. Sin embargo, la ópera estaba cerrada. Vimos un cartel donde ponía las horas de apertura en los siguientes días, tomamos nota y nos fuimos.
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Con el ánimo recuperado, pasamos el resto de la tarde explorando rincones, callejeando, yendo a una cafetería, en esta ocasión de nuevo la Diglas, pero en otra calle. Nos resultó si cabe más acogedora aún que la del día anterior.
Desde arriba, se contemplaba muy bien el fantástico mercado de Navidad que había allí. Pasamos un rato delicioso visitando aquellos mercadillos.
Charo y yo comentamos que nunca habíamos visto nada igual. Si Viena está magníficamente decorada en Navidad y tiene mercados de Navidad distribuidos por toda la ciudad, en la zona del Rathaus (ayuntamiento), tiraron la casa por la ventana, era majestuoso, no podías dejar de mirar y admirar el despliegue.
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Acompañamos a la prima a su hotel y a casita, terminamos muy cansados ese día, habíamos caminado mucho.
Lunes 24 de diciembre
Nos desplazamos al centro a recoger a Agnes. El día anterior habíamos visto una tienda en plan delicatessen y decidimos que ahí compraríamos la cena de Nochebuena. Íbamos a cenar los tres en la Gaviota, pero no nos apetecía estar cocinando, así que elegimos comida y aperitivos al gusto de todos y fuimos a guardarlo en el hotel de Agnes, previamente había preguntado en recepción si nos podían guardar la comida y dijeron que sí.
Comimos en un restaurante italiano, nos costó encontrar alguno abierto, estaban casi todos cerrados.
Comimos en un restaurante italiano, nos costó encontrar alguno abierto, estaban casi todos cerrados.
Después, fuimos de nuevo al palacio Schombrunn, pero esta vez ya con entradas sacadas para hacer la visita a las 3 de la tarde. El palacio nos gustó mucho, Sissi fue un personaje fascinante que sigue despertando pasión y admiración, saber un poco más de ella y donde vivía fue muy interesante. Por todas partes ponía que estaba prohibido hacer fotos, Charo ignoró el aviso e hizo dos, pero al momento tenía encima a un vigilante que, sin hablarle, solo con la mirada y el gesto que le dedicó, no se le volvió a ocurrir hacer una foto más.
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La cena fue distinta, en la Gaviota, sin lujos de vajillas, copas o manteles, pero lo pasamos muy bien y dimos buena cuenta de las botellas de cava que habíamos comprado en el Penedés.
Tocaba despedirse de la prima, ella cogía un vuelo al día siguiente a las 12. Nosotros continuaríamos nuestro periplo en Viena ya sin ella. |
Miércoles 26 de diciembre
El día de Navidad no salimos del área ni de la Gaviota. Imaginamos que habría poca actividad en Viena y que estaría casi todo cerrado, así que fue un día de descanso.
Llevábamos varios días ya en el área de Viena y cada vez estábamos más a gusto y más nos sentíamos como en casa. En esos días conocimos a Nuria, una española encantadora y muy simpática que nos ayudaba mucho. El área de Viena ha sido la mejor en el que hemos estado hasta ahora sin duda. Todo funcionaba como un reloj, los aseos y duchas se limpiaban continuamente, el wifi iba como un tiro en el saloncito y además era gratuito (en las áreas de Salzburgo y Graz, siendo de la misma empresa, había que pagar 2 euros cada día por el wifi) y las chicas de recepción, siempre te atendían con una sonrisa. No me extraña que nos costara tanto irnos de allí.
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El día amaneció soleado y eso era algo excepcional, había que aprovecharlo.
Cuando llegamos al centro, empezamos a ver que ya se estaban desmontando algunos mercadillos y otros estaban cambiando, ya no había vino caliente sino adornos para ponerte en Nochevieja y regalos. Empezamos a ver que en muchos puestos había cerditos de todas formas y colores, de piedra, plástico, peluche, así que volvimos a tirar de Google y leímos que era una tradición austriaca de fin de año regalar cerditos de la suerte. Charo se auto regaló uno, muy pequeño eso sí, nuestra vivienda es pequeña. |
Llegada la hora de hacer la parada en una cafetería para descansar y calentarnos, intentamos (no era la primera vez), entrar en el café Central, pero de nuevo, la cola en la calle era tan grande, que nos dio pereza hacerla y nos marchamos. Tenemos claro que vamos a conocer antes de irnos de Viena, tanto el café Central como la Sacher, que también tiene unas colas kilométricas, pero por ahora lo vamos aplazando a ver si algún día tenemos suerte, ocurre un milagro y no las hay.
La cafetería Landtmann también es famosa, sin embargo, no fue una de nuestras favoritas>>>
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Seguimos paseando de nuevo por los lugares ya conocidos y viendo la transformación de la ciudad que se preparaba para recibir al año nuevo. Viena en navidad está deliciosa, cualquier calle cobra otra dimensión con sus delicados adornos.
Estuvimos de nuevo por los alrededores del palacio Hofburg y entramos a visitar la biblioteca nacional. Cual no sería nuestra sorpresa cuando dentro comprobamos que esa no era la biblioteca sino un museo, menudo rebote se pilló Charo, había pagado 14 euros por un museo que no le interesaba.
<<<El museo al que entramos por equivocación.
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Cuando salimos, miró el edificio y la verdad es que induce a error, porque en lo alto de él, había un cartel que ponía biblioteca nacional. Fuimos en busca de la biblioteca que estaba muy cerca de allí, pero el navegador nos estuvo volviendo locos un rato, dimos muchas vueltas hasta encontrarla. Había una buena cola para coger la entrada, pero la espera mereció la pena, es una maravilla, nos quedamos sin palabras. Nos hizo recordar otra biblioteca que nos había impresionado mas aún que esta, la Joanina en Coimbra.
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El día, de nuevo, había sido muy intenso, además, hacía frío y empezaba a anochecer. Decidimos irnos a descansar a la Gaviota, no sin antes, disfrutar de nuevo de sus calles y sus adornos navideños.
Jueves 27 de diciembre
El día se presentó con 7º, todo un lujo si lo comparábamos con los días previos. Fue la primera vez de nuestra estancia en Austria que salimos sin gorro ni guantes.
Nuestra primera visita esa mañana fue a la iglesia de San Carlos Borromeo. Es preciosa ya por fuera, con una cúpula de cobre muy llamativa, pero cuando entras dentro, de nuevo abres la boca y no la cierras en un buen rato.
Está bellamente decorada y presentaba unas curiosas e impactantes esferas reflectantes que resultaban espectaculares. Además, es muy llamativo que dentro de la iglesia hay un ascensor que te sube a la parte de arriba, para que se puedan admirar de cerca los frescos de paredes y techos. Nos encantó.
Después nos fuimos a visitar la Ópera que sabíamos que a las 2 de la tarde estaba abierta, pero cuando llegamos la cola era enorme y no pudimos entrar en ese pase, tocaba esperar, pero estábamos allí y no íbamos a marcharnos. Después de 75 minutos de espera, llegó nuestro turno. Era una visita guiada en español, la mujer que nos iba contando la historia y anécdotas era muy agradable y se notaba que le apasionaba su trabajo. Fue fascinante.
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Al salir, decidimos volver a intentar entrar en el café Central o en la Sacher y nuevamente decidimos irnos, ya lo tomábamos como algo divertido el ir, comprobar la cola y marcharnos.
Ese día estuvimos en la cafetería Landtmann, pero nos tocó sentarnos en una zona nueva, acristalada ya que solo allí había sitio, por lo que la cafetería como tal, no la disfrutamos. <<<La cafetería Sacher que, a estas alturas, todavía no habíamos conseguido visitar.
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Y como cada día, antes de volver al área al calor de la Gaviota, recorrimos sus céntricas calles.
Viernes 28 de diciembre
Viernes 28 de diciembre
Charo y yo estuvimos en Viena un fin de semana de 2005. A los dos nos gusta mucho la arquitectura moderna y teníamos curiosidad por ver esas viviendas sociales de las que tanto se hablaba, el edificio Hundertwasserhaus, así que, aunque sólo vinimos un fin de semana, nos desplazamos hasta el edificio que nos encantó y sorprendió a partes iguales.
Ahora, 13 años después, quisimos volver y encontramos una diferencia fundamental con la visita anterior, en 2005 estábamos solos y nadie o casi nadie conocía el famoso edificio. Ahora, en 2018, es una atracción turística más y la calle desde donde se le contempla está continuamente llena de turistas, muchos de ellos orientales. Es tal la expectación, que se han ido abriendo negocios alrededor, aprovechando el tirón. Aun así, nos siguió fascinando.
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Muy cerquita de allí vimos un restaurante japonés, era la hora de comer, no había excusas para no entrar. Nos gustó mucho.
El día anterior, cuando colgamos en Facebook la visita a la iglesia de San Carlos Borromeo, una amiga nos preguntó si no habíamos visitado la cripta imperial, en ese momento ni sabíamos lo que era, pero ella nos explicó que allí estaban metidos todos los reyes y emperadores austriacos, nos pareció interesante, así que este día, después de comer, fuimos a la iglesia de los Capuchinos que es donde está la cripta.
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Es un sitio extraño y al mismo tiempo hipnótico, hay más de 150 sarcófagos, la mayoría de hierro fundido, bellísimos. Entre ellos, están los de Francisco José y Sissi que era el único que tenía a sus pies notas escritas a mano, monedas, billetes y flores. El mundo se niega a olvidar a un personaje tan importante como fue Sissi.
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Y ese día habíamos decidido que tocaba el café Central, por lo que muy disciplinadamente nos pusimos en la cola en la calle dispuestos a pasar frío, pero resultó no ser tan terrible, en 15 minutos estábamos dentro y lo primero que ves al entrar, es a Sigmon Freud sentado en su silla. El Central es maravilloso, nos gustó todo de allí, la decoración, el ambiente, los camareros, las tartas. Es un sitio mágico que te trasporta a esa época con mucha facilidad.
Al salir, era de noche y estábamos cansados, tocaba recogerse, pero antes, callejeamos un ratito.
Domingo 30 de diciembre
El día anterior no salimos, ya hemos comentado que vivir viajando no se parece mucho a salir 15 días de vacaciones, se toma todo con más calma y, por otro lado, hay muchas tareas cotidianas que hacer, además de que necesitamos tiempo para poner al día la web, por eso cada poco, nos tomamos un día tranquilo.
Ese domingo amaneció frío y con niebla, pero estaba en el plan ir a conocer al famoso río Danubio. Llevábamos varios días en Viena y no le habíamos visto, está claro que no es una parte importante de la ciudad, como es el caso de otros ríos, porque está muy alejado de la zona histórica y monumental.
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Tardamos casi una hora desde el área en llegar a la zona donde lo podíamos ver y al bajar del metro la decepción fue tremenda. Es una zona industrial y fea, por lo menos ahora en invierno, y el Danubio no es azul, sino gris. Dimos un paseo, cruzamos uno de los puentes y llegamos a un parque. Imaginamos que, a partir de primavera, el parque estará muy frecuentado, pero ahora era muy solitario, no da la sensación de que los vieneses en invierno, paseen cerca de su río.
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No le dedicamos mucho más tiempo y volvimos a coger el metro, esta vez para visitar el edificio Secesión, que ya por fuera llama la atención, es blanco y tiene decoración dorada……. En la planta baja hay una habitación con frisos de Gustav Klimt que interpretan una alegoría de la IX sinfonía de Beethoven, una de nuestras piezas favoritas y que ponemos frecuentemente en viajes con largos recorridos.
Terminada la visita, salimos a la calle y de nuevo estaba lloviendo, fue uno de esos días de lluvia y viento, por lo que lo mejor que podíamos hacer era ir a la que ya por entonces era nuestra cafetería favorita en Viena, la Diglas de Schottergasse. Comimos un clásico, goulash con patatas cocidas. Habíamos llegado a sentirnos como en casa en esa cafetería y entonces no sabíamos cuanto la íbamos a echar de menos.
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Por la tarde le tocó el turno a la cola de la cafetería Sacher, nos pusimos en ella muy animados recordando que para el café Central sólo habíamos estado 15 minutos, pero esta vez resultó menos agradable, ya que no dejaba de llover y hacía mucho frío. El tiempo fue pasando y pasando, a ratos queríamos tirar la toalla, pero resistimos y después de 70 minutos nos tocó entrar. Una vez dentro te preguntan si quieres cenar, pregunta que puede resultar de lo más normal si no fuera porque eran las 4 de la tarde, o si quieres tomar la famosa tarta.
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Nosotros dijimos que la tarta y nos colocaron en la parte baja, algo que disgustó mucho a Charo que quería estar en la zona de arriba que es la bonita, además, no dejó que quejarse de que allí hacía frío, total, que esa cafetería no se le metió en el corazón y no creo que vuelva a hacer esa cola para volver a ella.
Era de noche y seguía lloviendo, así que, lo que más nos apetecía era volver a casa.
Era de noche y seguía lloviendo, así que, lo que más nos apetecía era volver a casa.
Lunes 31 de diciembre
Nochevieja y este año tocaba pasarla en Viena.
Estos últimos años ya no la pasábamos en nuestra casa de Talavera, sino en algún sitio con la Gaviota, ahora con mayor motivo que ya no tenemos casa fija.
Estos últimos años ya no la pasábamos en nuestra casa de Talavera, sino en algún sitio con la Gaviota, ahora con mayor motivo que ya no tenemos casa fija.
Ese día salimos con idea de empaparnos de la Nochevieja, de ver cómo la viven, la animación de la ciudad. Desde por la mañana era notable el ambientazo en sus calles, la mayoría de ellas copadas por los turistas.
El ayuntamiento de Viena hace un despliegue impresionante para fin de año y organiza el llamado Sendero de San Silvestre que consiste en diversas programaciones de espectáculos como vals, opereta, rock, Djs, en diferentes lugares de la ciudad, donde además hay puestos con venta de vino y comidas.
Las zonas señaladas con números son los diferentes lugares en Viena donde el ayuntamiento ha organizado festejos>>>>
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Nos metimos rápidamente en situación y empezamos a recorrer las diferentes zonas, en muchos sitios las parejas bailaban vals y en otros, en cambio, había Djs con música moderna. El día además acompañó, no hubo lluvia y la temperatura era aceptable.
Por la tarde volvimos a las galerías que tanto nos habían gustado y el ambiente era increíble, eso sí, esta vez solo de vieneses. Estaban llenas de grupos de amigos, todos tomando vino o champán y acompañándolo con ostras. No pudimos resistirnos y nos tomamos una copa de vino, eso sí, pedimos el más barato y cada copa costó 5 euros. |
Sobre las 8 nos fuimos a la Gaviota, estábamos cansados y había que coger fuerzas porque después de cenar, íbamos a salir de nuevo.
Cenamos muy tranquilos y a las 11, cogimos cada uno nuestras uvas, las guardamos y nos fuimos al metro. Los días de Nochebuena y Nochevieja el metro está funcionando las 24 horas y es increíble ver el movimiento que hay en él. Comentamos la tremenda diferencia que hay con España, aquí tanto los chicos como las chicas, iban vestidos con ropa normal, deportivas, bufandas, vaqueros, y dijimos que, si estos chicos fueran alguna vez a nuestro país a celebrar fin de año, iban a alucinar con lo que se arreglan nuestros jóvenes. |
Quisimos bajarnos en la plaza de la catedral, pero nos llevamos un chasco porque esa parada por motivos de seguridad, la habían cerrado, así que nos tocó bajarnos en la siguiente y caminar hasta la catedral, algo que no resultaba nada fácil porque las calles eran un auténtico hervidero de gente. Charo empezó a ponerse nerviosa porque iban a dar las 12 y no habíamos conseguido llegar a la plaza, de repente, empezaron a sonar campanadas, nos paramos y como pudimos nos tomamos las uvas. Debimos de hacerlo antes de tiempo porque una vez que terminamos, el reloj seguía dando campanadas, pero conseguimos cumplir nuestra tradición. Ningún año hemos dejado de tomarnos las uvas, este no podía ser menos.
Nos habían contado que cuando cambia el año, la gente se pone a bailar un vals, nosotros no vimos nada, no habíamos conseguido llegar a la plaza y en la zona donde estábamos, nadie lo bailó.
Al rato, empezó a despejarse y pudimos llegar a la plaza, fue un poco decepcionante porque la orquesta ya estaba recogiendo. Estuvimos callejeando y a cada minuto que pasaba, menos gente había, ya habíamos leído que todas las actividades terminaban a las 2 de la mañana, pero no era ni siquiera la una y ya no había ambiente. Nos quedamos con la duda de saber dónde irían de fiesta todos los jóvenes que vimos en el metro.
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Nosotros decidimos recogernos, nos había gustado mucho más el ambiente de la tarde que el de después, pero logramos vivir y conocer su Nochevieja y fue apasionante.
Martes 1 de enero
El día amaneció muy muy frío, pero era el último que íbamos a pasar en Viena y había que aprovecharlo.
No había mucha gente a las puertas del teatro, el mayor movimiento era de nipones. De hecho, tenían montada en la calle una sala desde donde algunos veían el concierto por la tele y donde parecía que entrevistaban a alguno.
Cuando terminó y empezó a salir la gente, Charo se acercó a una de las puertas esperando ver mujeres vestidas de Sissi, pero se llevó una gran decepción, porque la mayoría eran mayores y todas vestidas muy muy normales y bastante abrigadas. |
De allí nos fuimos a la Catedral para ver sus tejados, lo cual se consigue subiendo una angosta escalera de 343 escalones. Las vistas desde allí arriba son preciosas y tienes la sensación de tocar esos bonitos tejados. Creo que ya he comentado en alguna ocasión que Charo no se lleva muy bien con las escaleras, cada vez que termina de subirlas le da un ataque de tos que le dura unos 15 minutos, es decir, no le gusta nada, pero no dejará de hacerlo porque es muy competitiva y orgullosa, eso sí, una vez arriba siempre protesta y dice que el esfuerzo no ha merecido la pena.
<<<De Viena recordaremos muchos lugares, pero sin lugar a dudas, si tenemos que elegir algún momento, son los ratos que pasamos cada tarde en sus maravillosas cafeterías.
Terminamos el día a lo grande, tomándonos un trozo de tarta en nuestra cafetería favorita, la Diglas, era tan grande que a pesar de lo golosa que es Charo, no pudo terminarlo.
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Viena fue nuestro hogar durante 13 días, nos ha parecido una ciudad maravillosa y acogedora, además, el área de autocaravanas ha sido de las mejores en las que hemos estado, probablemente por la calidad humana de las chicas que la llevan que consiguen que te sientas como en casa. No sabemos si volveremos a esta apasionante ciudad, nos gustaría, Viena forma parte de nuestra historia ya para siempre y se ha ganado un lugar en nuestro corazón.