Viaje a Costa Vicentina
Habíamos oído hablar de la belleza de la Costa Vicentina Portuguesa muchísimas veces, sobre todo porque insistían en ello nuestros amigos de Setúbal, Carlos Pimpão y Sonia, así que fuimos con mucha ilusión. Disponíamos de cinco días de vacaciones (sin contar la ida y la vuelta de casa) y nos decidimos a conocer esa parte de la costa portuguesa, Durante el recorrido seguimos muchas de las recomendaciones concretas que nos habia hecho Carlos y fue todo un acierto. Nuestro recorrido empezó en Sines, que en puridad se encuentra al límite de lo que es el parque natural y terminamos llegando a Sagres.
El Cabo de San Vicente cuyos acantilados representan como pocos el paisaje típico de la Costa Vicentina
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El recorrido por la costa tuvo una longitud de unos 270 kilómetros aproximadamente. Se trata de un Área Protegida muy extensa, que ocupa la parte sur de la costa atlántica de Portugal, un auténtico paraíso natural de una gran diversidad costera donde se pueden ver playas, acantilados, islotes y rocas aisladas en el mar, todo de una gran belleza.
Se pueden ver algunas especies botánicas raras, aves como la cigüeña blanca que construye sus nidos en rocas que dan al mar. |
Durante el viaje tuvimos la constante presencia del mar y sobre todo de los acantilados, rara vez estuvimos en el interior y casi siempre tuvimos la presencia de los surfistas en cualquiera de las playas que vimos.
Y estas son las localidades, las playas y los puntos concretos que vimos:
Sines
Playa Vasco de Gama Playa de Sao Torpes Porto Covo Playa Grande Playa de Buzinhos Playa de Banho Playa de la Ilha de Pesegueiro Playa de Malhao VIila Nova de Mil Fontes Almograve Playa de Nossa Senhora Cabo Sardão Zambujeira do Mar Playa de Zambujeira do Mar Azenha do Mar Odeceixe Playa de Obeceixe Mar Playa de Monte Clerigo Arrifana Aljezur Playa Bordeira Playa de Amado Vila do Bispo Cabo San Vicente Sagres El recorrido que hicimos >>>
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Nuestra Película del viaje
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Lunes 24 de Julio
El puerto de Sines forma parte, de la imagen de la población
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En esas fechas la ciudad estaba metida de lleno en un festival de música, el “FMM SINES”, se trata de un festival de música del mundo que poco a poco se está consolidando. En caso es que la ciudad estaba vestida de festejos y tenía un ambiente que imaginamos distinto a lo que puede ofrecer en otras fechas.
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Playa Vasco de Gama
Hacia un sol espléndido y nada más llegar fuimos a dar una vuelta por la Playa Vasco de Gama que forma parte de la ciudad de Sines es decir que se trata de una playa urbana.
Debido a las actividades del festival había un recinto de “tasquinhas” y nos fuimos allí a picotear algo y beber unas cervezas.
- En Sines hay una zona destinada al aparcamiento de autocaravanas (37.949139, -8.862837) al lado del puerto deportivo, pero nosotros decidimos aparcar en otro sitio, era muy cerca del área pero se trataba de una zona de aparcamientos, marcada para turismos. No quisimos hacerlo en la zona del área porque estaba llena de autocaravanas muy variopintas, el festival había traído mucha gente con un estilo de vida que se encuadra en lo que podríamos llamar los “perros flauta”. Así que dormimos de maravilla, un poco separados, en el aparcamiento que está justo al lado en la avenida Vasco da Gama (37.950772, -8.863193).
Continuamos el resto de la tarde paseando por allí y luego nos fuimos a dormir.
Martes 25 de Julio
La mañana del sábado el sol estaba más radiante si cabe, que el día anterior. Por la mañana nos sentíamos más integrados en el grupo de autocaravanistas que nos rodeaba, ya que estábamos prácticamente juntos, había autocaravanas y tiendas de campaña por todos lados, aquello parecía un pequeño Woodstock (el festival de música) , no solo en el sentido de ver las tiendas de campaña sino por el aspecto general y la desinhibición con el que se comportan todos.
Sines esos dias recordaba a Woodstock
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Desde el puerto se veía muy bien Sines, es una localidad pequeña y bonita, en especial aquella mañana con el mar tranquilo y una luz fantástica era una maravilla disfrutar con las vistas desde el puerto deportivo.
Después de desayunar decidimos dar una vuelta por el pueblo. El centro del pueblo, es sencillo, así que no podemos decir que sea un lugar extraordinario, ademas ese día no era fácil verlo debido a los escenarios que había en varios sitios como consecuencia del festival de música, pero el efecto del mar, el sol y algunas de las casas blancas muy bien adornadas con remates azules formaban una imagen muy bonita que nos gustó.
Tardamos poco en verlo y emprendimos, a partir de ese momento puede decirse que comenzábamos a conocer la Costa Vicentina. |
Playa de Sao Torpes
Poco después llegamos a la Playa de Sao Torpes también en Sines, desde allí se ve el puerto y las industrias, lugar curioso, ya que la playa es amplia y agradable, además es de ese tipo de playas en las que hay que andar mucho para que el agua deje de mojarte solo los tobillos, pero te sientes rodeado de las chimeneas de las industrias y de las torretas del puerto industrial. En cualquier caso para aquellos que como yo apreciamos las grandes estructuras industriales como mega monumentos de la sociedad moderna es muy interesante.
Los 20 kilómetros de distancia que hay entre Sines y Porto Covo se pueden hacer de dos formas, por una carretera del interior la M554 o bien por la M1109 que discurre pegada a la costa, esta última es la que cogimos nosotros, es estrecha y con el pavimento algo deteriorado por culpa de la erosión del mar pero en cambio es uno de los caminos más bellos del Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina que vimos.
De hecho paramos varias veces y fue allí donde grabamos el vídeo de presentación del viaje a la Costa Vicentina. En definitiva que si se empieza el viaje por Sines como hicimos nosotros no puede haber mejor carta de presentación que la de la carretera y disfrutar del color azul del mar, los acantilados y las pequeñas playas que se van sucediendo hasta llegar a Porto Covo.
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Las bonitas vistas de la carretera "M 1109" que discurre pegada a la costa hasta llegar a Porto Covo, al fondo la zona industrial de Sines.
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Paramos varias veces a ver los acantilados y tomamos contacto con lo que veríamos en buena parte del viaje, siempre con la tentación presente de acercarse al borde del acantilado o dejar de hacerlo sopesando el peligro que ello conlleva.
Playa Grande, Playa de Buzinhos, Playa de Banho,
Porto Covo es una pequeña población de unos 1.000 habitantes cuya principal actividad es el turismo. Llegando desde Sines te topas con la Playa Grande, que es como su propio nombre indica la más grande de las tres que están pegadas al pueblo, luego está la Playa de Buzinhos, justo en el centro del pueblo y por últimos la Playa de Banho, quizás la más pequeña y la mas bonitas de las tres.
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Nos gustó el pueblo, se respira un ambiente vacacional muy contagioso así que nos tocó hacer la parada técnica en una de sus terrazas. Después paseamos en dirección al mar para ver las playas y el movimiendo de los veraneantes, no lo tomamos con tanta calma que se nos había echado encima la hora de la comida, así que terminamos comiendo en uno de sus restaurantes.
Playa de la Isla de Pesegueiro
Continuamos nuestro camino siempre en dirección al sur, hasta que llegamos a la Playa de la Isla de Pesegueiro. Esta playa pertenece aún a Porto Covo, debe su nombre a que se encuentra ubicada frente a la isla del mismo nombre.
La pequeña Isla de Pesegueiro frente a la Playa
Hay barcos que prestan el servicio de realizar un paseo hasta la isla, atravesando el canal que se forma entre la Isla y la tierra y que fue utilizado como puerto de abrigo por romanos y cartagineses, hoy en día las cosas han cambiado mucho y la zona se dedica a la práctica de deportes náuticos como windsurf, piragüismo o buceo.
Nos quedamos un buen rato en la playa y aprovechamos para dormir la siesta mientras escuchamos el mar como rompía contra las rocas que adornan la playa, se notaba la fiereza del Océano Atlántico a pesar de que la Isla que teníamos delante actuaba como puerto natural.
Playa de Malhão
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Seguimos la ruta en dirección a la Playa de Malhão, sabíamos que era interesante porque nos había hablado de ella nuestro amigo Carlos Pimpão. La carretera había abandonado la costa, así que veíamos los carteles anunciando distintas playas de camino a Malhão pero para acceder a cualquiera de ellas había que abandonar la carretera y tomar un camino de gravilla o de tierra. Ese fue el caso para llegar a Malhão, tomamos un camino de gravilla en el que de cuando en cuando había baches, eso es algo que no le gusta a nuestra Gaviota, con lo que tuvimos que ir con mucho cuidado.
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Para llegar a la Playa hay que acceder a través del aparcamiento que se ha habilitado al final del camino de gravilla (37.778577, -8.799683), allí se ha construido una enorme estructura de caminos, rampas y escaleras de madera, que facilitan el acceso a la playa, esta está formada por un largo y bonito arenal rodeado de un bonito decorado de dunas y rocas.
Desde lo alto de las plataformas y escaleras de madera se pueden disfrutar de una vistas espectaculares, sin duda estar en la playa es algo fantástico pero las vistas desde lo alto quizás mucho más. Había sido una buena recomendación de nuestro amigo Carlos, nos enamoró totalmente, qué pasada de sitio, salvaje y hermoso.
Dejamos la Playa do Malhão y a tan sólo 5 kilómetros hacia el sur nos encontramos con Vila Nova de Milfontes.
Al llegar aparcamos en la calle principal de acceso a la localidad y bajamos para visitarla. Se trata de una encantadora ciudad turística muy popular entre los portugueses, llena de calles adoquinadas, casas encaladas, es decir en principio es un pueblo bonito, por eso es una pena que haya tanto coche y que no se les limite el acceso.
Las vistas son muy interesantes, ya que está situada en el bonito estuario del río Mira.
Al llegar aparcamos en la calle principal de acceso a la localidad y bajamos para visitarla. Se trata de una encantadora ciudad turística muy popular entre los portugueses, llena de calles adoquinadas, casas encaladas, es decir en principio es un pueblo bonito, por eso es una pena que haya tanto coche y que no se les limite el acceso.
Las vistas son muy interesantes, ya que está situada en el bonito estuario del río Mira.
Teníamos programado dormir en el otro lado del río, el lugar era fantástico y habíamos visto varias autocaravanas así que nos parecía un lugar idóneo para dormir, pero cuando llegamos vimos como salían algunas autocaravanas, poco más adelante vimos señales que indicaban la prohibición de pernoctar en ese sitio desde desde las 20 horas hasta las 8 de la mañana. La prohibición nos dejó un poco contrariados y renunciamos a quedarnos en Vila Nova de Milfontes tal y como teníamos previsto.
Praia de Nossa Senhora
Terminamos en Almograve, el pueblo no era gran cosa, era evidente que habíamos salido perdiendo cuando tuvimos que irnos de Vila Nova, en Almograve no vimos más que un sitio para tomar algo, así que decidimos irnos a conocer la playa.
Pero cuando vimos la playa nos olvidamos por completo de Almograve y salimos recompensados con creces. La playa se llama Praia de Nossa Senhora, y cuando llegamos quedaba poco tiempo para que empezase a anochecer y decidimos quedarnos allí a dormir (37.653739, -8.801793).
Pero cuando vimos la playa nos olvidamos por completo de Almograve y salimos recompensados con creces. La playa se llama Praia de Nossa Senhora, y cuando llegamos quedaba poco tiempo para que empezase a anochecer y decidimos quedarnos allí a dormir (37.653739, -8.801793).
Fue uno de los momentos mágicos del viaje, asistimos al ocaso del día y no dejamos de hacer fotos hasta que nos invadió la oscuridad total y nos quedamos solos delante del mar.
Nos levantamos cuando ya era de día, no puse mucho interés en ver el amanecer porque en Portugal no son los amaneceres lo mas bello sino el ocaso del sol.
Desayunamos y estuvimos disfrutando de las vistas, qué maravilla de playa la de Nossa Senhora, pero sobre todo la zona que se encuentra a la derecha, un trozo de playa a la que yo llamaría: la playa prohibida, porque está señalizada de forma que te advierten del peligro diciendo que no es zona de playa, no dudo de que debe de ser peligrosa debido a la cantidad de rocas que tiene, por eso para curarse en salud las autoridades advierten y prohíben el baño, pero es muy bonita y llevando cuidado en función de cómo se encuentre la marea no creo que sea tan peligrosa.
Desayunamos y estuvimos disfrutando de las vistas, qué maravilla de playa la de Nossa Senhora, pero sobre todo la zona que se encuentra a la derecha, un trozo de playa a la que yo llamaría: la playa prohibida, porque está señalizada de forma que te advierten del peligro diciendo que no es zona de playa, no dudo de que debe de ser peligrosa debido a la cantidad de rocas que tiene, por eso para curarse en salud las autoridades advierten y prohíben el baño, pero es muy bonita y llevando cuidado en función de cómo se encuentre la marea no creo que sea tan peligrosa.
Praia de Nossa Senhora a primera hora de la mañana
Cabo Sardão
Volvimos a poner en marcha a la Gaviota y llegamos al Cabo Sardão.
El cabo es un lugar emblemático donde los haya, nos lo recomendó Vitor Rocha un portugués que tenemos de amigo en Facebook. Fue un gran consejo, porque el lugar es especial primero por su belleza y luego por la presencia de las cigüeñas anidando en los acantilados, esto último me tenía intrigado ya que no lo había visto nunca.
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Se accede a través de una estrecha carretera asfaltada. Después de pasar un pequeño núcleo de población y todavía antes de llegar divisamos a lo lejos el faro, una vez allí hay una zona para aparcar donde dejamos nuestra Gaviota (37.598748, -8.818255). No era la primera autocaravana del día porque había otras dos que habían pasado la noche viendo los destellos del faro, sin duda debe ser un buen sitio para dormir, uno de esos lugares en los que tocas la aventura, estuvimos hablando con ellos y nos dio mucha envidia, desde allí no se veía el mar que estaba unos metros más adelante, pero era un lugar bonito y tranquilo. Sobre todo nos pareció que debía ser apasionante el amanecer al lado del faro, porque es un lugar precioso de una generosidad natural apabullante .
A esas alturas del viaje ya habíamos recorrido bastante Costa Vicentina en el tramo que va desde Sines hasta el Cabo Sardão, con lo que ya era patente lo que habíamos leído sobre esa costa y lo que tantas veces nos habían contado nuestro amigos portugueses Sonia y Carlos, porque efectivamente se trataba de una costa con acantilados y playas de arena blanca, el mar de un color azul intenso pone el marco idóneo a una belleza exuberante. Ese día en el cabo, nos encontrábamos en un acantilado, nos pusimos a dar un paseo y estábamos completamente solos así que pensamos que la Costa Vicentina de Portugal es uno de los pocos sitios donde no parece que el hombre haya hecho sus habituales estragos, donde es apreciable que aún se conserva la auténtica belleza de la tierra.
El Cabo Sardão es uno de los cabos más elevados y por otro lado uno de los más occidentales de la costa alentejana. Es un lugar abrupto por sus escarpados acantilados, donde el viento suele estar presente y las olas no dejan de azotar con fuerza.
Como ya he avanzado antes, nuestro reclamo para ir allí eran las cigüeñas. En las escarpadas rocas anidan año tras año, se trata de una colonia que según nos contó Vitor Rocha es de un tamaño algo inferior a las que vemos habitualmente en los tejados de las iglesias o en las columnas de alta tensión.
De entrada no lograba ver ninguna, tan solo veía algún nido vacío, sospechaba que eran de cigüeñas pero no podía estar seguro al no estar allí ellas. Desconocíamos si ya habrían emigrado algunas, demasiado pronto para se hubiesen marchado o eso creíamos nosotros, en cualquier caso la época de cría ya habría terminado. |
El caso es que poco después empecé a ver nidos y también alguna cigüeña, para mi fue como una fiesta. Haberlas visto fue algo muy especial porque se trata de la última población mundial de cigüeñas blancas que anidan en acantilados, al parecer estos nidos son los que abandonaron las águilas-pescadoras.
El lugar estaba permanentemente azotado por un fuerte viento, al decir de aquellos que las han visto más veces es habitual que haga mucho viento en esos acantilados, lo que añade una característica especial a la presencia de estas aves, ya que es impactante verlas cuando se aproximan para posarse en el nido, esa dificultad en sus vuelos es de una belleza impresionante.
Desde allí nos fuimos a Zambujeira do Mar, un pueblecito mono, coqueto, con solo 900 habitantes, típico pueblo a la orilla del mar, un lugar ideal para pasar unos días de vacaciones en verano. Todas las casas son blancas y de una única altura, lo que configura al lugar como muy agradable y desde luego ausente de todo tipo de estrés.
Praia de Zambujeira do Mar
Cuando llegamos nos resultó fácil aparcar en una aparcamiento muy amplio que hay cerca del centro (37.525304, -8.784244) seguramente se trata de una parcela habilitada al efecto en los meses de verano.
Dimos un paseo por allí y enseguida nos topamos con la única plaza que vimos, es alargada y en ella se respira la misma tranquilidad que en el resto del pueblo, hay algunos restaurantes. La playa central que está junto al pueblo toma el mismo nombre que ésta, la playa de Zambujeira do Mar. El lugar está lleno de impresionantes acantilados que configuran un paisaje muy atractivo.
Ya era hora de comer y nos decantamos por comer allí mismo, hacía un día fantástico de verano y el pueblo resultaba muy agradable, así que era el momento idóneo, nos comimos una feijoada de buzios y un pescado. Como siempre una buena comida al estilo portugués. |
Azenha do Mar,
Desde allí salimos a Azenha do Mar, teníamos localizada esa playa pero al recurrir al GPS no había manera de encontrarlo, cambiamos al móvil usando Google, es lo que hacemos a menudo cuando nuestra Marta TomTom no nos da soluciones, pero la solución fue peor, lo situaba en el centro de Portugal al lado de Sintra, así que decidimos tirar la toalla, habíamos llegado al convencimiento de que nos habíamos equivocado al planificar el viaje, pero de pronto encontramos un indicador que nos anunciaba como ir a Azenha do Mar.
Con el tiempo supimos que en Portugal hay dos municipios con ese nombre, exactamente el mismo, uno que se encuentra cerca de Sintra y es un bonito municipio en lo alto de un acantilado al borde del mar con una piscina natural muy grande. Sin embargo el Azenha do Mar al que íbamos nosotros está en la Costa Vicentina y pertenece al municipio de Odemira. La idea de ir a ese sitio había nacido del consejo que nos hizo nuestro amigo Carlos Pimpao, y desde luego que mereció la pena porque es un lugar curioso, o más bien muy curioso
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No fue hasta 1967 cuando se estableció la primera familia, tras la actividad de la recolección de las algas nació también la actividad pesquera. Hoy en día la recogida de algas es una actividad estacional, complemento de la actividad pesquera, efectuada a través de buceo por algunos pescadores de Azenha do Mar de forma artesanal. Después de recogida y seca al sol, las algas se venden a la industria manufacturera. El único barrio que hay es muy pequeño y está destinado exclusivamente a los pescadores residentes, todo eso hace de Azenha do Mar un curioso lugar que preserva de forma natural sus raíces.
Charo en la rampa por la que bajamos al mar, allí abajo estaban algunos vecinos descansado de la tareas de la pesca
Así que es un pueblo muy, pero que muy pequeño, si es que se le puede llamar pueblo, ya que como decimos es más bien un barrio de pescadores. Con un acceso difícil al mar, ya que solo dispone un pequeño espacio entre dos rocas, allí tienen sus escasos barcos y los aperos necesarios para la recolección de algas, las casas están arriba, muy arriba.
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Volvimos a subir arriba y entramos en el Bar Palhinhas, no había muchas más opciones. Se trata de un bar muy modesto al borde del acantilado, no obstante había algunas personas, pedimos un café de Portugal. Pasamos un rato muy agradable con unas vistas espectaculares y creo que el café costó 50 céntimos.
Las magnificas vistas desde el café de Azenha do Mar
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Nuestro siguiente destino era Odeceixe y nos sorprendió, porque veníamos de zonas donde en mayor o menor medida siempre había acantilados y en esta nada de eso. Se encuentra en una zona mas bien llana, si bien el pueblo está en la ladera de una colina a los pies del valle que forma el río Seixe en su desembocadura en el mar.
Praia de Odeceixe Mar
Este pequeño pueblo de menos de 1.000 habitantes, en los años 70 era un punto de reunión de los hippies o más bien de los amantes de la vida natural. Entonces era un terreno virgen para los viajeros o turistas. Hoy en día las cosas han cambiado, en especial durante el verano que hay muchos mas veraneantes.
Nosotros fuimos hacia el Miradouro da Maravilha que se encuentra a la salida del pueblo, allí hay una zona habilitada para aparcar y es un lugar excepcional para contemplar desde una cierta altura lo mejor del lugar, su espectacular playa. Estuvimos allí un buen rato viendo al los surfistas que estaba esa tarde especialmente activos.
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Más al sur está la Praia de Adegas, una playa nudista. Ambas playas se comunican cuando hay marea baja.
Y seguimos nuestra ruta hacia Arrifana.
Y seguimos nuestra ruta hacia Arrifana.
Praia de Monte Clérigo
Antes de llegar a Arrifana hicimos una parada en la Praia de Monte Clérigo, no la teníamos señalada como una playa importante pero quisimos parar al menos para verla.
La playa, como tantas otras de la zona, estaba llena solo de surfistas, como puede verse no hay ni una sola sombrilla ni siquiera una toalla en la arena y nada >>>
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Se accede a la playa por una carretera con una pendiente exagerada, para colmo al llegar a la parte de abajo el espacio es tan estrecho que no pueden cruzarse dos vehículos, nosotros no lo sabíamos y terminamos metidos en un pequeño lío, para colmo es casi imposible aparcar, aunque curiosamente no hay ninguna señal de prohibido autocaravanas, quizás no sea necesario prohibirlo porque es una locura bajar con una.
El caso es que aunque el sitio es muy pequeño, en este caso a diferencia de casi todas las playas que habíamos visto hasta ese momento, hay un pequeño poblado con al menos dos bares con sus correspondientes terrazas, un lugar muy agradable y divertido porque la afluencia de surferos le brinda a todo un ambiente muy especial. Así que cuando pudimos dimos la vuelta y volvimos por donde habíamos entrado, esta vez afrontamos la empinadísima cuesta hacia arriba poniendo a prueba las prestaciones de nuestro motor de 155 cv. Al llegar a la parte mas alta intentamos buscar donde aparcar, lo conseguimos en una pequeña carretera que tiene unas vistas al mar estupendas, la carretera es muy estrecha pero hay una zona pequeña para poder aparcar y fue allí donde dejamos la Gaviota (37.344166, -8.849867). De esta forma pudimos bajar andando a la Playa de Monte Clérigo.
Nos encantó el lugar, terminamos sentamos en una de las terrazas tomando una ración de caracois (caracoles), se trata de una especialidad portuguesa que suelen tener en todos los lugares de costa y que a nosotros nos gusta mucho.
Pasamos allí un buen rato y decidimos volver a la Gaviota para emprender camino hasta Arrifana y dormir, lo que al final no hicimos.
Pasamos allí un buen rato y decidimos volver a la Gaviota para emprender camino hasta Arrifana y dormir, lo que al final no hicimos.
El lugar donde habíamos aparcado cerca de la Playa de Monte Clérigo era precioso, al lado nuestra había una camper Wesfalia de unos holandeses, se trataba de un matrimonio joven con dos niños, íbamos andando y empezamos a sospechar que los holandeses iban a dormir en ese sitio, a priori yo lo había descartado, debido a dos circunstancias que no me gustan, no había ningún foco de luz cercano y estaba pegado a una carretera, pero el sitio era precioso, al borde del acantilado y con la pequeña aldea a la vista al borde de la playa. Por el camino mientras llegábamos Charo me convenció, a fin de cuentas pensamos que si un matrimonio de holandeses con dos niños pequeños dormían allí, nosotros no íbamos a ser menos.
Cenamos al pie del acantilado. Monte Clérigo es una playa con olas frecuentemente de 2 y 3 metros, abarrotada de surfistas, en ese momento estaba anocheciendo, el sol empezaba a acostarse y como nos encontrábamos en la costa de Portugal mirando al oeste, las imágenes fueron increíbles.
Poco después bajamos nuestra cama, los de la Furgoneta ya estaban durmiendo y lo hacían con el portón trasero completamente abierto mirando al mar, nos pareció una forma mágica de pasar la noche. Quisimos imitarles, no era muy difícil pero hasta ese momento nunca lo habíamos hecho, resulta que nuestra cama, una vez bajada, tiene a la altura del cabecero la ventana del salón, la abrimos y pasamos toda la noche oyendo el sonido de las olas mar rompiendo contra la playa, con la sensación añadida de dormir cubiertos solo por las estrellas.
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Sentados en la mesa de nuestro salón/comedor, vimos como el sol se iba ocultando poco a poco, hasta que se hizo de noche, al fondo la luna llena cada vez se iba haciendo mas presente
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Todos los viajes tienen un momento mágico y ese viaje fue aquella noche.
Jueves 27 de agosto
Una noche mágica en Monte Clerigo
Por la mañana me desperté el primero, Charo aun estaba durmiendo y desde la ventana abierta -tal y como la habíamos dejado toda la noche- se disfrutaba de unas vistas increíbles. Hay mil razones por las cuales nos gusta viajar en nuestra Gaviota, pero una de ellas, sin duda, es despertarse por la mañana y tener una imagen tan impresionante. Continué un buen rato viendo el mar y haciendo fotos, pensaba lo difícil que me resultaba elegir el momento que vivimos la noche anterior viendo el atardecer desde nuestra ventana o el de despertar al lado de la Playa de Monte Clérigo con el sonido acompasado de las olas.
Poco despues subimos la cama y desayunamos disfrutando de las vistas.
Lamentablemente nuestros desayunos, que suelen ser el mejor momento del día, no son todo lo pausados que deseamos y también en este caso nos pusimos en marcha antes de lo que nos hubiera gustado.
Lamentablemente nuestros desayunos, que suelen ser el mejor momento del día, no son todo lo pausados que deseamos y también en este caso nos pusimos en marcha antes de lo que nos hubiera gustado.
Poco después llegamos al pequeño pueblo de Arrifana. Se trata de una pequeña localidad muy coqueta pero mas parecida a una urbanización de playa que a un pueblo de costa, donde, al menos en agosto, no parecía que hubiese otra cosa que no fuese el surfismo, para colmo no era fácil aparcar, así que decidimos continuar nuestra ruta.
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Aljezur
Entramos hacia el interior para acercarnos al pueblo de Aljezur, un poco separado del la cosa pero inmerso en todo lo que conlleva la vida del mar. Se trata de una localidad perteneciente al distrito de Faro al que nos íbamos acercando poco a poco. El municipio cuenta con 2.700 habitantes.
Antes de irnos comimos algo en la Pizzeria Sourdough, nunca hablamos mal de un sitio donde hemos comido y no nos ha gustado, pero esta vez haremos una excepción, no tanto por la escasa calidad de lo que comimos, sino sobre todo por el precio que resultó abusivo, máxime cuando te dan vasos y platos de plástico, la pizza en este caso -quizás como en todos- hay que comerla con las manos porque los cubierto de plástico se rompen en el primer intento. No es fácil que estas cosas ocurran en Portugal, es mas bien casi imposible, pero siempre hay una excepción y nosotros hemos querido compartirlo.
El casco antiguo de Aljezur
Desechamos la idea de acercarnos a ver Ponta da Carrapateira, es decir el Cabo de Carrapateira que sin duda ofrece unas magníficas vistas sobre la costa occidental de Algarve. Los acantilados de esta zona alcanzan los 25 metros y hay varias puntas rocosas que surgen del agua frente a él. Existen pasarelas de madera y miradores para recorrer este saliente de la costa y disfrutar del espectáculo natural que nos ofrece. Desde allí mirando hacia el Sur se puede ver la playa de Amado y detrás el faro de Sagres, en contra mirando hacia el Norte la espectacular playa de Bordeira, es decir un lugar maravilloso. Pero fue nuestro punto ciego, en todos los viajes dejamos algo sin ver, siempre es por culpa de un error en la documentación, o un despiste en ese momento o simplemente que las notas que tomamos no dicen aquello de “no dejes de ver esto te vas a arrepentir, idiota”. En este caso fue un poco de todo y también que empezábamos a dudar de que nos diese tiempo llegar a Sagres que era el punto final de nuestro viaje, el caso es que no vimos y bien que lo lamentamos, el Cabo de Carrapateira, que está considerado como una de las 7 maravillas naturales de Portugal, ¡¡¡ imperdonable !!!
Salimos de Aljezur otra vez en dirección a la costa, retornábamos al mar siempre presente en este viaje, ahora nuestro siguiente destino era la Playa de Bordeira.
Al llegar encontramos un parking público muy amplio cerca de la playa (37.192829, -8.902596). De entrada solo veíamos una duna de arena muy fina, mas bien una gran duna flanqueada por la Ribera da Carrapateira. Cuando llegamos la marea estaba alta y para legar a la montaña de arena teníamos que atravesar el agua aunque ésta no pasaba de nuestras rodillas.
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Empezamos a atravesar la arena con la idea de llegar a la playa y al poco encontramos un curioso kiosco, solo uno, en la inmensidad de aquella duna, lo que suponía una peculiar imagen. Dejamos atrás el kiosco que estaba abarrotado de gente y con el insoportable estruendo de un grupo electrógeno que había conectado.
Poco después ya estábamos en la Playa de Amado que está a solo 10 minutos de la Playa de Bordeira, por el camino habíamos pasado por la pequeña localidad de Carrapateira en la que no paramos.
Hay un parking muy amplio justo al llegar a la playa y allí dejamos la Gaviota (37.169393, -8.901083).
Hay un parking muy amplio justo al llegar a la playa y allí dejamos la Gaviota (37.169393, -8.901083).
La playa de Amado sería la última de las que íbamos a ver en este viaje a la Costa Vicentina y éramos conscientes de ello, así que nos sentamos en el único kiosco que hay y empezamos a repasar un poco lo que habíamos visto en el viaje. A nuestro alrededor no estaba más que la playa, que era muy larga, con una buena densidad de olas y un chiringuito de alquiler de tablas y trajes de neopreno para los surfistas.
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Estuvimos un buen rato disfrutando de las pericias de los surfistas y comentando lo peculiar que son la mayoría de la playas que habíamos visto en este últimos tramo, de forma mas concreta, sin ir mas lejos en la playa de Amado no se veía otra cosa que no fueran surfistas, es más, no conseguimos ver ninguna toalla a pesar de que es una playa muy larga, sin embargo el agua se veía llena de nadadores con su tabla de surf.
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Nos quedaba el tramo final del viaje pero habíamos sido felices recorriendo tantas playas tan bonitas, sin duda es un lugar donde, mas adelante en el tiempo, pasaremos algunos días, ya sea en verano o en invierno.
Pusimos rumbo al extremo sur de la costa Vicentina para llegar al Cabo de San Vicente pero paramos antes de llegar en Vila do Bispo.
Cuando llegamos a Vila do Bispo era mas o menos la hora de la siesta pero aun así nos sorprendió no ver absolutamente a nadie. El pueblo es pequeño, de unos 5.200 habitantes aproximadamente. Dada la cantidad de costa y el viento reinante en la zona es indudable que puede ser muy apreciado como base de operaciones para desplazarse a las playas próximas o a Sagres. A nosotros nos conquistó por sus casas blancas adornadas de ribetes de colores, en especial en azul y por la colección de chimeneas.
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Se podía decir que ya habíamos visitado casi todo el pueblo, cuando quisimos acercarnos a la Iglesia, pero dábamos por sentado que estaría cerrada, máxime a la hora que era y con el pueblo vacío, pero no fue así, la puerta estaba abierta y nada mas entrar vimos a dos señoras sentadas delante de una mesa, suponíamos que estaban charlando hasta el momento que llegamos nosotros, pero permanecían calladas con su vista fija en nosotros. Convencidos de que ellas estaban allí por alguna celebración o reunión religiosa en la que nos habíamos colado, no nos atrevíamos a pasar, pero no era así sino que su cometido era el de cobrar la entrada, nos resultó un poco chocante porque no había nadie en el pueblo mas que nosotros, así que parecía que estaban sentadas en la iglesia esperándonos.
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La bonita Igreja Matriz de Nossa Senhora da Conceição
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Pagamos nuestra entrada de la que no recuerdo el precio, pero fue muy poco.
La Iglesia se llama “Igreja Matriz de Nossa Senhora da Conceição” y es una auténtica preciosidad. La fachada exterior tiene los rasgos típicamente portugueses, es decir esta encalada con los bordes pintados de amarillo. Pero lo que es realmente impactante es su interior, de una gran riqueza ornamental, con azulejos artesanales y pinturas murales en el techo.
Era evidente que la señoras que actuaban de guardesas o encargadas de la pequeña Iglesia estaban allí debido a la importancia que tiene en la zona.
Era evidente que la señoras que actuaban de guardesas o encargadas de la pequeña Iglesia estaban allí debido a la importancia que tiene en la zona.
Aunque Vila do Bispo no ha dejado de crecer desde principios del siglo XX, sigue siendo un pequeño pueblo con sabor marinero, su gastronomía se basa en el pescado fresco y los percebes. No nos hubiera importando tomarnos uno buenos percebes pero no había nada abierto en ese momento.
Durante toda la visita hacía bastante viento, lo que hacía presagiar lo que dentro de poco viviríamos en el Cabo. |
Cogimos la Gaviota y nos dirigimos hacia el Cabo San Vicente.
Si nos atenemos a las coordenadas puede que haya lugares más al Sur o mas al Oeste en la Península Ibérica, pero cuando observamos la imagen del mapa de la Península Ibérica no hay duda de que el Cabo de San Vicente es el punto más extremo de Europa y dirigirse hacia el extremo del continente me tenía emocionado todo el día.
Al llegar dejamos la Gaviota en una pequeña explanada que hay en la carretera (37.025533, -8.990065), a unos cinco minutos a pie, así nos aseguramos para no tener problemas aparcando cerca del Faro y no tener que dar la vuelta en un lugar un tanto complicado.
Si nos atenemos a las coordenadas puede que haya lugares más al Sur o mas al Oeste en la Península Ibérica, pero cuando observamos la imagen del mapa de la Península Ibérica no hay duda de que el Cabo de San Vicente es el punto más extremo de Europa y dirigirse hacia el extremo del continente me tenía emocionado todo el día.
Al llegar dejamos la Gaviota en una pequeña explanada que hay en la carretera (37.025533, -8.990065), a unos cinco minutos a pie, así nos aseguramos para no tener problemas aparcando cerca del Faro y no tener que dar la vuelta en un lugar un tanto complicado.
Tuvimos suerte porque llegamos por la tarde, de hecho se recomienda estar allí antes del atardecer para poder asistir a la puesta de sol. Nosotros nos fuimos antes porque teníamos reservado otro sitio para eso.
El lugar tiene un halo de magia que te absorbe, normalmente hace mucho viento, tanto que hay que fijarse bien al suelo para evitar que el viento te tambalee. Hay un emblemático faro que aún hoy es un importante guía para los buques que dejan Europa camino del Atlántico. |
Cuando estás al borde de los acantilados con la vista inundada por enormes paredes de roca que se pierden en el mar, con el fuerte viento siempre presente, la imaginación se te dispara. No es de extrañar que los marineros, situados en el mismo lugar en el que nos encontrábamos nosotros, tuvieran el impulso de lanzarse a descubrir el mundo sin saber lo que les esperaba tras la línea del horizonte, nosotros hay en día sabemos que al otro lado hay un continente pero sin embargo nos sobrecogía pensarlo.
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Tomamos otra vez el camino para ir a aparcar nuestra Gaviota en el parking que hay previsto al efecto delante del Castillo en Sagres (37.004476, -8.945287), el lugar es fantástico. Habíamos leído que desde allí se podía ver la caída del sol, pero nos habíamos equivocado, porque nada más llegar comprobamos que eso no era posible, así que decidimos irnos a cenar a Sagres, era nuestra última noche y esa costumbre de cenar fuera la última noche es un clásico.
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Vayas donde vayas de la Costa Vicentina se ven surfistas con su camper o autocaravana y como se puede ver en las fotos en Sagres tambien. La mayoría son gente muy joven con otra manera de entender la vida y vivirla, puede que no cumplan las normas, es indudable que no se limitan a aparcar en las zonas de parking sino que practican la acampada descaradamente, sin plantearse si molestan o no, o si están cumpliendo las normas o no.
Pues bien llegas y te dices "pero esos que cara tienen sacando las mesas y las sillas ... si lo tienen todo que parece un tendedero !!!", pero poco después cambias de idea y te dices "son jóvenes y se les ve tan felices y la verdad es que no hacen daño a nadie" y quizás secretamente alguno pensemos ademas "ya me gustaría a mi ser uno de ellos"
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Y lo que mas me gusta de ellos es que no pierden ni un segundo en amargarse la vida porque vean una señal prohibiendo la pernocta a las autocaravanas, se van o se quedan como si la cosa no fuera con ellos y siguen su vida sin amargarse.
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La cuidad fue una pequeña decepción, porque nos esperábamos una ciudad importante de tamaño medio, con un ambiente de playa y un paseo marítimo divertido lleno de gente. Sagres lleva el nombre de una cerveza muy popular en Portugal, quizás la mas conocida para los españoles, por eso y por su proximidad al Algarve pensábamos que sería una ciudad algo mas grande y divertida.
<<< Los puntos por donde nos movimos en la localidad de Sagres
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Pero Sagres no es eso, para empezar no llega ni siquiera a los 2.000 habitantes y no existe un casco histórico a partir del cual ha ido creciendo el municipio. En realidad, toda la actividad se centra fundamentalmente sólo en una calle, que en sí misma nada tiene de especial: la Rua Comandante Matoso, en la que se concentra la mayor parte de la actividad del municipio hasta llegar a un pequeño puerto deportivo.
Así que no nos quedó mas alternativa que la de coger la Rua Comandante Matoso.
Empezamos a ver algunos restaurantes, la mayoría estaban prácticamente llenos, hay bastante gente joven, sobre todo ingleses, que van a la zona atraídos por las olas para practicar surf. Encontramos uno que fue el que más nos gustó a nosotros, quizás por su decoración, tuvimos que esperar un poco porque estaba completamente lleno. |
Esa noche cenamos en el restaurante "mum´s", un lugar fantástico al que merece la pena volver.
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Cenamos de maravilla, el restaurante se llama “mum´s” ([email protected]). El sito es una delicia, no solo por la decoración sino que se come muy bien, lo regenta un italiano con el que estuvimos charlando, él terminó recalando en Sagres, su cocina presentaba rasgos italianos pero a su vez tenía influencias de todos lados. El local también está especializado en cócteles de los que se ocupa el dueño personalmente, en fin, un lugar para volver.
Terminamos de cenar y volvimos a dormir a nuestra Gaviota.
Terminamos de cenar y volvimos a dormir a nuestra Gaviota.
Por la mañana teníamos previsto subir a ver el Castillo de Sagres, estaba bastante cerca y subimos andando.
En realidad se denomina La Fortaleza de Sagres aunque también es conocido como el Castillo o Fuerte de Sagres, se sitúa en el Cabo de Sagres a tan solo a 5 kilómetros en línea recta.
En realidad se denomina La Fortaleza de Sagres aunque también es conocido como el Castillo o Fuerte de Sagres, se sitúa en el Cabo de Sagres a tan solo a 5 kilómetros en línea recta.
Es extraordinario que en el pico final del mapa de Portugal haya dos cabos tan excepcionales, el Cabo de Sagres puede que tenga una mejor posición estratégica, por ello se construyó allí una fortaleza.
El lugar está cargado de historia, ya que desde su construcción en el siglo XV tuvo como principal cometido ser un punto defensivo frente a los piratas.
El lugar está cargado de historia, ya que desde su construcción en el siglo XV tuvo como principal cometido ser un punto defensivo frente a los piratas.
Al acercarse a la Fortaleza se ve un impresionante portón con un escudo de armas, que da acceso al interior de la fortaleza de la que destaca quizás la enorme rosa de los vientos situada en el suelo.
Pero lo que más interesante nos resultó a nosotros es el espacio libre que tiene hasta llegar al borde del acantilado, en todo ese espacio natural se puede ver una zona llena de piedra, muy erosionada por el agua y el viento, salpicada por una vegetación muy específica que ha sido capaz de adaptarse a unas condiciones muy duras, todo ello configura el lugar como algo difícil de ver y es debido al constante azote del viento y a que el paraje se encuentra al borde del mar.
<<< Lo mismo que nos había ocurrido en el día anterior en el Cabo de Sagres también hacia un viento muy fuerte.
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Las vistas a la costa son espectaculares, de hecho se puede ver el Cabo de San Vicente que está a tan solo 5 kilómetros.
Terminamos la visita del Castillo y nos dirigimos a conocer Sagres.
Terminamos la visita del Castillo y nos dirigimos a conocer Sagres.
Volvimos a coger la coger la Rua Comandante Matoso, paseando hasta llegar al final donde hay un pequeño y mas bien vacío, puerto deportivo. La ciudad respira mar por todas partes y las tiendas, bares y restaurantes tienes rasgos permanentes de la ocupación principal en esta zona: el surf.
Terminamos el paseo y nuestra instancia en un bonito pub o tasca de la susodicha Rua Comandante Matoso y pusimos rumbo a casa.
Habíamos reservado mas tiempo para conocer la ciudad, pero ésta resultó ser un pequeño pueblo y no una ciudad, así que dimos por terminado este viaje tan especial por la Costa Vicentina. |
Somos conscientes de que hay mucha gente joven, fundamentalmente de nacionalidad inglesa, que conoce muy bien esta costa, también algunos autocaravanistas, pero en general no la conoce mucha gente a pesar de ser espectacular y de una belleza natural increíble. Nosotros volveremos, sin duda, cuando seamos libres, con mucho más tiempo y puede que probemos a subirnos en una tabla de surf, porque venir a la Costa Vicentina y no subirse en una tabla es como perderse parte del viaje.
Desde el parking donde teníamos la Gaviota nos despedimos de este viaje, desde ese lugar teníamos una vistas fantásticas a los acantilados del Cabo de Sagres y a lo lejos podíamos ver el Cavo de San Vicente. mientras hacia la foto Charo se asomó por la ventana de la Gaviota y pareciía decirme: "que si ... que volveremos, pero a la tabla de surf te subes tu solo"
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Aquí te presentamos el vídeo del viaje a la Costa Vicentina de Portugal |