Viaje a Ávila noviembre de 2015 |
Para un fin de semana de noviembre nos habíamos planteado visitar Ávila. Hace mucho que no íbamos a esta ciudad, por lo que las sensaciones son bastante nuevas en todos los sentidos. Hemos podido comprobar que Ávila, como otras tantas ciudades Españolas, ha mejorado muchísimo, era y es una ciudad con un patrimonio histórico desbordante, pero ahora da gusto disfrutar de lo que ves, mientras que hace años nada brillaba como debía. Nos ha sorprendido gratamente.
Puestos manos a la obra de organizar el viaje a Ávila se planteo el hecho de que había muchas zonas en la provincia que podían merecer la pena tanto o más que la cuidad. Por eso este apartado dedicado Ávila se dividirá en varias partes que haremos en fines de semana diferentes, en función de nuestra agenda de viajes que desde que tenemos la Gaviota empieza a estar muy cargada (que maravilla !!!!). |
Viernes 13 de noviembre
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Nos levantamos temprano a las ocho y media, Charo ha pasado mala noche, vive sometida a una sobre exposición de virus y en este caso se ha quedado algunos pocos para ella, total que le dolía la cabeza y le costó dormirse, pero Ávila nos espera y a las nueve y media ya estábamos en marcha. Hacia un sol radiante pero a esas horas solo 5 grados, nos abrigamos bien y cogimos el camino hacia una de las entradas de la muralla. Subimos a pie la escalinata que va desde el Palacio de Exposiciones y Congresos hasta la Puerta del Carmen en la muralla.
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Como era muy temprano las calles de intramuros estaban prácticamente vacías, en ese momento la ciudad estaba a nuestros pies y nada nos hacía sospechar que no iba a ser así el resto del día. Atravesamos el centro de punta a punta paseando por las calles camino de la Oficina de Información, esta está en la Puerta de Carnicerías pero nos costó encontrarla a pesar de que estuvimos delante de ella varias veces, el asunto es que no pone un letrero claro sino que se anuncia como “visita a la muralla” mientras que el letrero de Punto de Información es tan pequeño que no se ve. La información que nos dieron no fue maravillosa, había un bono de acceso a todos los monumentos por 29 euros para toda la familia y no nos dijeron nada, nosotros no tenemos hijos y el ahorro hubiera sido menos importante, pero no hubiera estado mal saberlo. El caso es que contratamos el acceso a la muralla (5 euros persona) y nos encantó, te metes en el papel de estar en el medievo con mucha facilidad paseando por sus muros. Se hacen dos recorridos, uno largo y otro corto. Es decir no se tiene acceso a la muralla completa, pero en total se hace casi dos kilómetros a pie. Fue una idea estupenda empezar por este recorrido porque te haces una buena idea de cómo es la ciudad amurallada, incluso buena parte de la cuidad de extramuros. Ves fácilmente los cuatro postes y la Basílica de San Vicente.
Comenzamos por la parte más larga desde la zona de la catedral hacia abajo, al terminar este recorrido estábamos otra vez en el parador (que es por donde entramos esta mañana a la zona amurallada) y volvimos a subir hasta llegar a la zona de la Catedral. Por el camino nos encontramos sin buscarlo, con el Museo de Intendencia, la entrada era gratuita y nos resultó muy interesante, el patio interior del museo era precioso. Por último llegamos arriba e hicimos el recorrido corto de la muralla en las proximidades de la Catedral.
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Al terminar el recorrido eran casi las 12 de la mañana y decidimos tomarnos la tapa del mediodía. Ahora las calles estaban llenas de turistas, la soledad de esta mañana se había perdido. Justo al ir a bajar, todavía desde la muralla, mire hacia abajo y vi una plaza muy amplia pegada a la muralla por la parte de afuera, aquella plaza la conocía de antes, pero ahora estaba muy diferente. El recuerdo que ahora volvía a mi mente era muy distinto a lo que estaba viendo, ahora es una plaza muy grande peatonal y pavimentada con piedra, llena de gente paseando, matrimonios con el carrito del niño, parejas, y alguna terraza con mesas y sillas, pero la recordaba de otra forma. Hace más o menos 34 años que estuve destinado en Cebreros, en aquella época, de cuando en cuando, subíamos a la capital con los regidores de entonces a tratar asuntos de Palacio, los gobernantes de los pueblos del momento se veían aquí, en la Plaza de Santa Teresa, uno de sus lados estaba lleno de soportales con un bar cada pocos metros, el resto de la plaza, donde aparcaban los coches, era de tierra, no era una plaza llana, la zona de tierra era bastante irregular y con una cierta pendiente hacia afuera.
Hoy está muy cambiada, se ha reestructurado completamente, ya no es aquella plaza que acogía a la gente de los pueblos que van a la capital. Ya no tiene aquel aire rural de lo que era un punto de encuentro de la gente de la comarca, ahora es una plaza peatonal y moderna que sirve de esparcimiento para los vecinos.
El cambio es a mejor, sin duda, pero lo que yo tengo en la retina es aquella entrañable plaza de tierra, en ese momento, desde arriba contemplando la plaza, brotaron en mi mente los recuerdos como cuando se abre una botella de champan, apenas la veía como es ahora, si no que veía la foto imaginaria de aquel entonces. Yo era un chico de ciudad que nunca se había acercado al mundo rural, mi nuevo trabajo me llevo entonces a conocer el mundo de los pueblos y era muy diferente a todo lo vivido por mi hasta entonces. Ávila era entonces un pueblo más grande que los demás, donde a veces se juntaba la gente de otros pueblos. Para mí fue un todo un descubrimiento, todo era diferente pero sobre todo apasionante. Se habla muchas veces del impacto que sufre alguien de pueblo que va un día a vivir en la gran ciudad y todo le impacta y le sorprende, pero hay otro recorrido muy similar en sentido inverso, el de un chico como yo en aquel momento de 1982, que de pronto se acerca a un mundo del que no sabe nada y en el que lo aprendido hasta entonces le sirve de poco. Mi vida cambio aquel año, me di cuenta de lo ignorante que era, quizás la imagen que mejor simboliza aquel momento es la de la Plaza de Santa Teresa, cuando era de tierra y estaba llena de bares. Por eso quedé tan impactado cuando antes de bajar de la muralla la tuve delante y recordé aquellos días.
El cambio es a mejor, sin duda, pero lo que yo tengo en la retina es aquella entrañable plaza de tierra, en ese momento, desde arriba contemplando la plaza, brotaron en mi mente los recuerdos como cuando se abre una botella de champan, apenas la veía como es ahora, si no que veía la foto imaginaria de aquel entonces. Yo era un chico de ciudad que nunca se había acercado al mundo rural, mi nuevo trabajo me llevo entonces a conocer el mundo de los pueblos y era muy diferente a todo lo vivido por mi hasta entonces. Ávila era entonces un pueblo más grande que los demás, donde a veces se juntaba la gente de otros pueblos. Para mí fue un todo un descubrimiento, todo era diferente pero sobre todo apasionante. Se habla muchas veces del impacto que sufre alguien de pueblo que va un día a vivir en la gran ciudad y todo le impacta y le sorprende, pero hay otro recorrido muy similar en sentido inverso, el de un chico como yo en aquel momento de 1982, que de pronto se acerca a un mundo del que no sabe nada y en el que lo aprendido hasta entonces le sirve de poco. Mi vida cambio aquel año, me di cuenta de lo ignorante que era, quizás la imagen que mejor simboliza aquel momento es la de la Plaza de Santa Teresa, cuando era de tierra y estaba llena de bares. Por eso quedé tan impactado cuando antes de bajar de la muralla la tuve delante y recordé aquellos días.
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Era medio día y decidimos sentarnos en una terracita, como siempre hacemos en estos viajes. El sitio fue allí mismo en la Plaza de Adolfo Suarez cuya estatua estaba justo delante de nosotros. Sentados al sol y en manga corta, hacia un día estupendo como si fuese primavera, solo unas horas antes íbamos muy bien abrigados y ahora tomando el sol.
Terminamos nuestro momento terracita y pasamos a pasear tranquilamente con el resto de abulenses y turistas por la Plaza de Santa Teresa, al fondo la Iglesia gótica de San Pedro, una de tantas maravillas que tiene esta ciudad. Volvimos a entrar dentro del recinto amurallado para ver la Catedral. Por fuera está muy deteriorada y no se entiende el tipo de materiales tan feos que usaron para hacerla, pero al entrar dentro se hace la luz, allí se ve una piedra veteada en colores blancos y rojos que es muy llamativa, fuera se ve mal, dentro esta preciosa. De allí a la Plaza del Mercado Chico otra vez, y digo otra vez porque siempre que paseas por Ávila terminas antes o después en la Plaza del Mercado Chico, porque está en el corazón del recinto amurallado, estábamos buscando un sitio para tapear y así no bajar a la Gaviota, se trataba de hacer tiempo para ir a la Basílica de San Vicente que se abre a las cuatro de la tarde. |
Un poco antes de las cuatro fuimos hacia la Basílica de San Vicente de imponente traza románica, precisamente sus dimensiones enormes llaman la atención al ser un monumento románico. A las cuatro la abrieron, nos dieron un teléfono de esos que te van explicando el monumento punto a punto y nos resulto muy interesante. Tiene un interior espectacular y muy bien cuidado. Uno de los puntos que se visita es la cripta. Y madre mía!!! menudo disgusto se llevo Charo allí abajo, ella es de Valladolid , más concretamente de Olmedo y allí caballero como que no hay, pero virgen eso si que si, se trata de la Virgen de la Soterraña, le he oído hablar de ella mil veces incluso recita una poesía que se refiere a ella y que debió de aprender de niña. Pues bien estábamos nosotros dándole al telefonito ese que nos habían dado para contarnos punto a punto aquello que visitábamos en la Basílica, cuando al estar delante de una talla románica de gran belleza que representa una Virgen con niño, muy bonita por cierto, pulsamos el número correspondiente y nos dicen: “están Vds. ante la Virgen de la Soterraña patrona de Ávila”, “¿pero que dice … ?” me espeta Charo, que había apartado el teléfono, “… pero si la Virgen de la Soterraña es la patrona de Olmedo” y por si yo no me acordaba, en prueba de veracidad, vuelve a recitarme el poema que tantas veces he escuchado de su boca. Estuvimos un rato intentando llegar a una explicación y la conclusión fue que soterraña es un término que se refiere a algo enterrado y que puede que haya varias vírgenes con ese nombre. Seguimos escuchando, al guía del teléfono y nos añade que el poeta Gabriel y Galán le escribió a esta Virgen de Ávila un poema. Ahora sí que la hemos liado porque resultó ser el mismo poema que siempre ha recitado Charo. Total que se enfurruña y me dice, “toma ahora resulta que compartimos patrona y poema con Ávila”.
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Parece ser que la talla habría llegado a Europa traída por el propio San Pedro (eso dicen), quien se la habría entregado a San Segundo, evangelizador y primer obispo de la ciudad de Ávila. Así que salimos de allí y Charo le pidió explicaciones al señor que regentaba la Basílica, este le dijo que puede ser que haya más soterrañas (al menos hay otra mas) pero que el poema de Gabriel y Galán seguro que se lo dedicó a la de Ávila, ella no está nada convencida y como prueba me enseñó la web de Olmedo donde viene la Virgen de la Soterraña y el poema de Gabriel y Galan. |
El caso es que nos fuimos tan contentos a ver en extramuros el Real Monasterio de Santo Tomas, nos decepcionó bastante, con lo cual dimos por terminada la tarde y pensamos que era hora de volver a la Gaviota a descansar un rato y salir esta noche para hacer una visita nocturna. Al volver íbamos por la parte de afuera de la muralla y la verdad es que impresiona, es preciosa.
Descansamos un rato y decidimos salir de nuevo a ver la cuidad de noche, nos planteamos cenar algo en cualquier sitio, pero no fue tan fácil, los sitios que nos gustaban estaban llenos y no había manera, total que terminamos cenando en la Gaviota y a la cama. Tan ricamente.
Descansamos un rato y decidimos salir de nuevo a ver la cuidad de noche, nos planteamos cenar algo en cualquier sitio, pero no fue tan fácil, los sitios que nos gustaban estaban llenos y no había manera, total que terminamos cenando en la Gaviota y a la cama. Tan ricamente.
Ávila no es solo la capital, hay mucha zona bien bonitas y queremos hacerlas todas, pero mañana empezaremos haciendo la Comarca del Valle del Corneja.
Nos levantamos bastante temprano a las ocho y media, una hora después arrancábamos en dirección a la Comarca del Valle del Corneja. Antes de emprender camino paramos en los Cuatro Postes, no es nada especialmente bonito, son solo eso cuatro postes de piedra, pero es un sitio emblemático de esta ciudad. Sobre los postes, cuatro columnas dóricas, se cuenta una historia muy bonita, perece ser que allá por el mil y pico, los abulenses organizaron una romería a la ermita en rogativa por la desaparición de la peste que azotaba la comarca, aprovechando la ausencia de la mayor parte de la población, los musulmanes atacaron la ciudad llevándose todo lo que había en ella de valor, posteriormente se les dio caza y recuperaron lo robado, por eso el concejo de Ávila decidió que la romería se repitiese anualmente. Para descanso de las autoridades se construyó en el trayecto el humilladero de los Cuatro Postes. Pero la gente de la provincia (supongo que los abulenses no) cuentan –con algo de mala baba- que Santa Teresa, el día que se marchaba de Ávila para no volver, se sacudió las sandalias y dijo “de Ávila ni el polvo”. Como me gustan estas leyendas.
El primer punto elegido de la Comarca del Valle del Corneja fue Bonilla de la Sierra. Es un municipio impactante, hay que afinar mucho la pluma para decir algo sobre Bonilla que pueda estar a su altura, porque se trata de un lugar que fue fortificado en su momento y que cuenta con restos de la muralla construida por el Obispo de Ávila en el siglo XIII, el municipio tuvo una considerable importancia en el siglo XV cuyo imponente castillo sirvió de residencia ni mas ni menos que a Juan II, también al resto de la corte cuando el rey buscaba refugio cerca del conde de Alba y del Señor de Villafranca. Pero hoy las cosas han cambiado mucho, ahora es un municipio fantasma que solo tiene 122 vecinos.
Estuvimos un domingo por la mañana y en sus calles no había prácticamente nadie, transitabas por allí completamente solo, vimos tres personas, un señor mayor que nos habló del esplendor perdido y de que en verano Bonilla está hasta arriba de gente, un hombre de mediana edad arreglando su casa. Después vimos al sacristán de la iglesia, o más bien diría de la catedral, porque es lo que parece. El Sacristán estaba preparando la iglesia para la misa de las 11,30 y eso nos brindó la posibilidad de entrar a verla. Desconocemos cuantas personas irían a misa porque a esa hora ya no estábamos allí.
Pero el pueblo es una maravilla, nos gusto muchísimo y es una de las joyas más interesantes de Castilla Leòn. Siempre que veo sitios como este pienso lo irresponsables que son nuestros gobernantes. Sin duda que sería lamentable que desaparezca el águila lagartijera (si es que ésta existiera ya que me la acabo de inventar) pero no entiendo que no les importen lugares como este, que forman parte troncal de la historia de España y que son patrimonio nuestro y de nuestras futuras generaciones. Muchos de ellos se abandonan a su suerte, se dejan ahí hasta que van desapareciendo lentamente. Claro que quizás soy yo el que no tiene visión de futuro porque para que vamos a conservar esto si al final vendrán los del estado islámico (porque a este paso vendrán) y se lo cargaran todo. Para hacérselo mirar. En cualquier caso disfrutamos muchísimo del lugar. Insisto …. Muchísimo.
Pero el pueblo es una maravilla, nos gusto muchísimo y es una de las joyas más interesantes de Castilla Leòn. Siempre que veo sitios como este pienso lo irresponsables que son nuestros gobernantes. Sin duda que sería lamentable que desaparezca el águila lagartijera (si es que ésta existiera ya que me la acabo de inventar) pero no entiendo que no les importen lugares como este, que forman parte troncal de la historia de España y que son patrimonio nuestro y de nuestras futuras generaciones. Muchos de ellos se abandonan a su suerte, se dejan ahí hasta que van desapareciendo lentamente. Claro que quizás soy yo el que no tiene visión de futuro porque para que vamos a conservar esto si al final vendrán los del estado islámico (porque a este paso vendrán) y se lo cargaran todo. Para hacérselo mirar. En cualquier caso disfrutamos muchísimo del lugar. Insisto …. Muchísimo.
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Después nos fuimos a Villafranca de la Sierra otro gran municipio en el pasado. Hoy es un municipio bonito y agradable, sin la majestuosidad de Bonilla, aquí se veía gente por las calles, y daba la sensación de tener más vida (pero la situación es similar, otro pueblo en peligro de extinción llego a tener mil habitantes en el año 1.500 y hoy en día solo tiene 136 a pesar del de que España ha multiplicado por cinco el número de habitantes). |
El tercer municipio que visitamos fue Piedrahita. Se trata de un municipio muy especial para mí, porque estuve destinado en él durante los años ochenta, es decir ya ha llovido desde entonces, así que hice de guía improvisado para Charo. Dejamos la Gaviota al lado del Palacio de los Duques de Alba y comenzamos por ahí la visita. |
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El Palacio de los Duques de Alba es desde hace bastante tiempo un edificio destinado a las escuelas de la localidad, eso y el impacto que supuso la lamentable época del desarrollismo español de los años 50, han hecho desaparecer el flamante aspecto que el palacio debía de tener en el siglo XVIII, cuando estuve allí trabajando vinieron algunos arqueólogos de la Junta, que levantaron planos y documentación que ponía de manifiesto que el palacio y los jardines eran una maravilla de canales y fuentes donde el agua procedente de la montañas fluía con generosidad. Hoy solo queda la imaginación para acercarse a lo que fue aquella época de esplendor de la casa de Alba. Los Alba en Piedrahita contaban con una pequeña corte entre los que se encontraba Goya. Hoy los jardines tienen una estructura que en nada se parece a aquella, pero yo paseaba intentando poner el pasado en mi imaginación.
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Visitamos la plaza mayor donde se encuentra el Ayuntamiento donde trabajé, en aquel entonces nos embarcamos en una ambiciosa reforma interior del edificio y eso me permitió acercarme mas a las entrañas del archivo (que estaba hecho un asco), era precioso y contenía una cantidad ingente de documentación histórica escrita en castellano antiguo. En la Plaza mayor que está presidida por una gran fuente de cuatro caños, se encuentra una bonita iglesia románica, la iglesia parroquial, en tiempos ésta fue el palacio de Doña Berenguela, madre de Fernando III el Santo, parece ser que en este palacio nació Fernando III. La plaza mayor de Piedrahita es un sitio muy especial, resulta acogedor, lo que la convierte en el lugar ideal para ser el punto de encuentro de la gente de toda la comarca, de forma especial el día del mercadillo. |
Piedrahita está a una altitud de 1.000 metros y a los pies de Peña Negra que tiene una altitud de 1.909 metros, es por lo tanto una zona fría donde nieva a menudo, debido a eso uno de mis recuerdos mas bonitos es mi caminata matinal de entonces, camino del trabajo, cuando entraba en la plaza y estaba completamente blanca y llegaba pisando la nieve de la plaza.
Entramos en la Iglesia, en ese momento estaba la misa y no pudimos hacer fotos, el interior merece la pena verlo, hay un retablo barroco que posee una bella imagen de Santa Teresa. Mientras la contemplaba recordé que cuando estaba allí hace treinta años tuvieron que desmontar la torre para reforzarla, porque las cigüeñas que siempre anidan en la torre, habían acumulado tanta madera que el peso había comprometido la estructura y estaba cediendo. Hoy está firme, pero sigue habiendo muchas cigüeñas.
Al salir y ver las terrazas de la plaza recordé la de veces que había tomado aquí las famosas patatas revolconas y fuimos a tomarlas en uno de los bares en los que las tomaba yo, el sitio no había cambiado nada, incluso dudo de que lo hayan pintado en todos estos años (supongo que varias veces pero sigue del mismo color), las patatas revolconas estaban tan buenas como entonces.
Paseamos durante un buen rato, con un montón de recuerdos en la cabeza. Piedrahita es un precioso pueblo donde pase una de las mejores etapas de mi vida, donde aprendí a vivir cerca de la naturaleza y donde por primera vez tome conciencia de que vivir y ser feliz es algo que no te dan las ciudades.
Entramos en la Iglesia, en ese momento estaba la misa y no pudimos hacer fotos, el interior merece la pena verlo, hay un retablo barroco que posee una bella imagen de Santa Teresa. Mientras la contemplaba recordé que cuando estaba allí hace treinta años tuvieron que desmontar la torre para reforzarla, porque las cigüeñas que siempre anidan en la torre, habían acumulado tanta madera que el peso había comprometido la estructura y estaba cediendo. Hoy está firme, pero sigue habiendo muchas cigüeñas.
Al salir y ver las terrazas de la plaza recordé la de veces que había tomado aquí las famosas patatas revolconas y fuimos a tomarlas en uno de los bares en los que las tomaba yo, el sitio no había cambiado nada, incluso dudo de que lo hayan pintado en todos estos años (supongo que varias veces pero sigue del mismo color), las patatas revolconas estaban tan buenas como entonces.
Paseamos durante un buen rato, con un montón de recuerdos en la cabeza. Piedrahita es un precioso pueblo donde pase una de las mejores etapas de mi vida, donde aprendí a vivir cerca de la naturaleza y donde por primera vez tome conciencia de que vivir y ser feliz es algo que no te dan las ciudades.
Salimos de Piedrahita en dirección a Hoyoredondo, pero poco antes de llegar vi el letrero para el desvío de La Almohalla, técnicamente no habíamos salido de Piedrahita porque la Almohalla se encuentra dentro de su término municipal, es un anejo, pero es una localidad con vida propia y unas características muy especiales. Hoy en día es un grupo de pocas casas, diez aproximadamente, que parecen un refugio de fin de semana, incluso hay una Casa Rural. Sigue teniendo su encanto especial al estar rodeada de prados verdes en un paraje precioso y aislado del mundo. Pero lo que yo conocí era muy distinto y jamás lo he olvidado. Llevaba poco tiempo en Piedrahita cuando se presentó un día el arquitecto municipal en mi despacho, ¿conoces la Almohalla? Me preguntó y le dije, pues no, pues vente que te lo enseño y veras el problema que tienen.
Nos metimos por una carreterita que juraría que era de tierra y llegamos a una zona de pocas casas, en realidad era una línea de viviendas que formaban una calle, con casas piedra sobre piedra a un lado y otro de la calle. Estaban habitadas por gente de bastante edad, viejecitos encantadores que cuando llegamos salieron a recibirnos. Bajamos del coche y el arquitecto me llevo a la parte de arriba de la calle donde había un pilón con un pequeño caño del que no salía ni una gota de agua. Me enteré en ese momento de que ellos no tenían agua corriente en las casas, lógicamente tampoco había baños. Tenían el habito de ir a coger agua al pilón para su uso diario, el problema es que ya no salía agua y era necesario hacer una captación muy arriba en la ladera de la montaña, para mediante una tubería llevar agua al pilón, es decir hacer una fuente, no se trataba de llevarles aguas a las casas, solo de hacer una fuente. Mientras no lo hiciéramos –y eso es lo que estaba pasando- las mujeres tenían que subir por la ladera hacia arriba y bajar con los cubos cargadas, trayecto que a veces era especialmente penoso dada la edad avanzada y el estado de los prados. Conseguimos convencer a los regidores para gastarnos una buena suma de dinero y el caño del pilón término echando agua en cantidad suficiente. Fuimos bastantes veces a ver lo que se estaba haciendo y siempre era algo entrañable, jamás olvidaré aquellos viejecitos, eran los seres mas felices de la tierra y no pedían nada, agradecían lo que estábamos haciendo sin exigirlo, no tenían las comodidades normales para cualquier vecino de entonces y sin embargo eran muy felices. Nunca he dejado de recordar a la Almohalla y aquello fue una lección para mí que siempre he tenido presente y que nunca olvidaré
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Hoy en día los viejecitos ya no están, es ley de vida, y nadie ha recogido su testigo, quizás los propietarios de ahora son sus hijos o nuevos propietarios, no lo se, hoy, afortunadamente, todos tienen agua corriente en sus casas y todas las comodidades, y quizás nadie se acuerde de aquellos viejecitos, pero para mi la Almohalla sigue siendo un lugar especial, para mí es el sitio mas bonito de toda esta comarca. |
Salimos camino de Hoyoredondo y después a La Horcajada, son dos pueblos interesantes pero nada especiales si los comparas con lo que llevamos visto.
Par terminar la mañana fuimos a El Barco de Ávila. Se trata del pueblo rival de Piedrahita. Piedrahita siempre fue el pueblo con mayor carga histórica, el que tenia los Juzgados, herederos de los Duques de Alba (eso dicen con sorna los barcenses), mientras que El Barco era menos emblemático pero mas rico y prospero, además de que es algo mas grande. El Barco tiene incluso punto de Información de Turismo. Dejamos la Gaviota a la entrada y paseamos por sus calles comerciales, estaban cerradas porque era domingo, pero se podía ver lo importante que es el comercio para esta localidad, descubrimos un edifico muy bonito destinado al consejo regulador de las judías del Barco (buena cosa porque siempre había comentarios de que vendían judías que no eran de allí). |
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Terminamos en la Plaza Mayor, es una plaza cuadrada con un cierto aspecto de corrala, completamente peatonal que resulta muy agradable, menos señorial que la de Piedrahita pero también muy bonita, me acerque a la farmacia de Antonino al que conocí cuando estaba aquí, un boticario de los de verdad que era y es un autentico experto en setas, no pude verle, pero su farmacia sigue siendo una autentica botica. Después de comer unas tapas enormes a un precio escandalosamente bajo, fuimos a ver el río Tormes en la parte que donde está el Puente Viejo, de origen románico. Después de camino a la Gaviota estuvimos paseando por la zona del Castillo de Valdecorneja, esta zona está ahora muy bonita, agradable de pasear, desde allí se domina el Tormes de forma especial.